viernes, 29 de diciembre de 2017

INCÓMODA SABIDURÍA

Un artículo de Rafael Rodrigo Navarro

Que cálido resulta hacer ciencia. Leer pausadamente esa revista de coloridas, brillantes imágenes. Junto a una chimenea que nos calienta mientras  chisporrotea juguetona. Poder concentrarse en la palabra y en el razonamiento.

Sentir el profundo placer de entender y soñar. Porque eso es la ciencia: un sueño que  hace volar al pensamiento.Ampliar los horizontes del  conocimiento. Crear hipótesis, plantear un experimento, comprobar la verdad o la falsedad de lo pensado.

Qué cálido resulta hacer ciencia. Junto a una chimenea que expande tibieza mientras respeta el silencio necesitado.

Qué placentero resulta dedicarse a la ciencia. Un quehacer valorado socialmente, un oficio difícil de aprender, sí, pero bien pagado. Puedes mediante la ciencia conseguir una fortuna. Exigente, sí; pero compatible con viajes  y  aventuras.

Qué agradable resulta dedicarse a la ciencia. Tienes la palabra  y  se te otorga el tiempo para enseñar. Tienes el conocimiento y se te dan oportunidades para incrementarlo. Se te da un podio y  eres admirado en tu altura que algunos llaman grandeza.

Pero eso es todo. Y nada más.

El conocimiento que nos  otorga la ciencia no  es  la sabiduría. Es apenas una pequeña parte de esa sabiduría que buscamos desde que somos conscientes  de habitar un mundo inabarcable. 

La sabiduría no se aprende en un cálido recinto, ni con una placentera  ensoñación  que nos hace crear hipótesis. La sabiduría hace que sintamos frio y vértigo y desazón y miedo. Se trata del  conocimiento de la otra parte de la luna. El  que no se ve. El que surge y permanece en nuestra parte oculta, el inconsciente. Que nos provoca con intuiciones, que nos desgarra con  sobresaltos de consciencia, que nos arroja una y otra vez fuera de la zona de confort, que nos emplaza a la lucha, a una brega sin fin.

Nace la sabiduría de una  percepción global de la vida. No deja nada en el tintero,  nada en el razonamiento, nada en la acción por realizar. A la sabiduría no le está permitido simplificar, dejar fuera de su consideración lo que nos es molesto, dificultoso o  árido.  Esto convierte su consecución en un camino duro, lento, angosto, que no obstante, dicen, lleva a la salvación.

Desde la sabiduría, la ciencia  a pesar de su grandilocuencia resulta demasiado simple, parcial, manipulable, provisional, efímera, demasiado distorsionante de la completa realidad. No se opone a la ciencia. Todo lo contrario, le da sentido. La coloca en su lugar. Deja a la vista la fatuidad de quienes la confunden con la visión global de la vida. Llama a la humildad. Destruye el pensamiento totalitario, combate la ambición y descubre la inseguridad mentirosa del poderoso.

Resultat d'imatges de GLOBALLa sabiduría es global. Percibe lo holístico, lo trascendente, lo que está más allá, la relación existente entre las personas, los objetos y la de aquellas y estos. 
La sabiduría incluye en sus análisis la indagación sobre el bien y sobre el mal, por ello resulta compleja, y orienta la vida a la consecución del bien que  atisba. La sabiduría tiene en cuenta  a la muerte como parte de la realidad de la vida.


¡ Qué incomoda es la sabiduría!

viernes, 8 de diciembre de 2017

CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA Y ESCALA DE VALORES

Un artículo de Rafael Rodrigo Navarro 

Finalizados los años de la transición entre la dictadura franquista y la llamada democracia parlamentaria hemos llegado a la convicción de que los partidos políticos, todos, apostaron definitivamente por la continuidad.  Digo esto porque deseo  atenerme a los hechos, y  no a  las palabras del  penoso discurso de lo políticamente correcto que habló en su día de ruptura.

Pero, ¿Por qué  todos y cada uno de los partidos políticos que participaron en la transición y continúan activos en la vida política han desarrollado programas, a pesar de sus proclamas, continuistas de los regímenes anteriores monárquico, republicano y especialmente franquista?, ¿La continuidad de qué?

Por supuesto del ideario liberal-estatista que ha servido  de base a todas las constituciones españolas de los siglos XIX y XX, y por tanto iba a serlo también de la más reciente, la de 1978, con la que nos hemos adentrado en el siglo XXI. Una concepción de la sociedad en la que prevalece el economicismo frente a la convivencia libre de pueblos y personas, profundamente jerárquica a pesar de las apariencias, de clara vocación militarista e inevitable tendencia al totalitarismo. Un ideario liberal-estatista que siguen fielmente los partidos políticos parlamentarios, tanto de izquierdas como de derechas, desde mediados del siglo XVIII  y que recibió un espaldarazo con la llamada revolución francesa, a partir de la cual se viene escenificando la alternancia en el poder de ideologías que parecen opuestas y sin embargo lo son sólo en lo accidental.  Porque no existen diferencias que no sean de matices entre personas o grupos sociales que participan de una misma o parecida escala de valores.

Ahora bien, las constituciones de matriz liberal, entre ellas la española 1978 de la que muchos dicen sentirse orgullosos, han promovido durante los últimos siglos, y lo siguen haciendo, una visión economicista de la vida y la sociedad  que llama desarrollo a lo que no lo es, a partir de un ideario, el ilustrado, por el que se pretende gobernar en nombre del pueblo, pero sin el pueblo.
Resultat d'imatges de CONSTITUCIONES LIBERALES
Escala de valores significa ordenamiento prioritario de lo  que es valioso para el ser humano. Y lo más valioso, sin duda, no es aquello que nos permite poseer más y más, sino lo  que nos permite trascender lo puramente material. Una escala de valores constituye un instrumento valioso para la convivencia siempre y  cuando apunte hacia  lo que  verdaderamente es valioso: la capacidad de distinguir entre el bien y mal, como objetivo primordial.

La pregunta que casi nadie hace, es si la constitución española de 1978 constituye un instrumento jurídico válido en este sentido. ¿Se apoya   en una escala de valores  apropiada para mejorar las relaciones humanas? ¿Somos acaso conscientes que una constitución basada en una escala axiológica que pone la creación de  riqueza como objetivo número uno, no sirve para lo que se predica: hacer posible la convivencia mínimamente respetuosa de quienes viven en un mismo territorio? 

Si así fuera, no asistiríamos al caos convivencial existente, tampoco constataríamos casi a diario la falta de ética de quienes dicen gobernarnos, ni la profunda injusticia que supone la apropiación y reparto desigual continuado  del bien común, ni la vil y mentirosa utilización  de la propaganda política, ni por supuesto la vergonzosa intromisión del poder político y económico en la privacidad del sujeto humano, individual o grupal, ni tampoco  contemplaríamos el incremento constante de la violencia en las relaciones personales y sociales en general.

Como acabamos de constatar con la imposición de  priorizar constitucionalmente el  pago de los intereses de la deuda económica contraída ilegítimamente sobre cualquiera otros asuntos de orientación igualitaria, la constitución 1978 hace del dinero, por la propia dinámica de un capitalismo al que se adhiere sin ambages, la base para  la supervivencia de un tipo de sociedad organizada según los esquemas de la nación-estado, es decir jerárquica y desigual, por tanto lejos del objetivo de justicia que se pretende.

Si bien la constitución no niega valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, etc., lo que hubiera resultado  inadmisible, en la práctica por efecto de la escala de valores que promueve, quedan relegados. Cada escala de valores conlleva una cosmovisión diferente, lo que significa, a pesar de lo que se nos predica, que no son compatibles entre sí. De ello se sigue que si la constitución de 1978 ha optado por una visión economicista de la vida, son temas para ella secundarios la libertad, la justa distribución de la riqueza o la igualdad. El concepto de estado del bienestar resulta así un concepto vacío, orientado a ocultar un burdo economicismo acorde con la consideración del dinero como valor supremo.

Por el contrario, el verdadero bienestar, aquel que surge de una sana convivencia, no puede tener como valor primero lo económico, a pesar de su indudable importancia.  En la sociedad actual la posesión de dinero básicamente no responde al esfuerzo sino a un tipo de reparto desigual que hace el estado de la riqueza en atención a sus propios fines, entre ellos la dominación.  Con una escala de valores tal, y con el correspondiente ordenamiento jurídico el ser humano enferma pues se resiente en su salud física, psíquica y espiritual, es decir en su integridad.
Resultat d'imatges de COOPERACION O DINERO
Pues bien, esto y no otra cosa es lo que refleja el texto  de la constitución española de 1978, en la línea de ser de un capitalismo a su vez quintaesencia de la visión economicista de la vida que tiene en el consumismo descerebrado su principal valedor. Una sociedad líquida, según el término de moda atribuido a Zygmunt Bauman, que refleja la pérdida de la consistencia que da al ser humano el hecho vivir en una sociedad igualitaria que deviene amorosa.

Las constituciones decididamente liberales aparecen con la toma del  poder  por parte de la burguesía mercantil  transformada en industrial y sobre todo financiera. Es pues el espíritu burgués el que ha inspirado desde el inicio la redacción de las mismas, siendo en España la primera la de 1812 y la última la que ahora nos ocupa, la de 1978, en cuya elaboración y  promulgación, no hay que olvidarlo, el ejército ha jugado un destacado papel, como ya venía haciendo en el antiguo régimen del que por cierto se proclama enemigo, en esta nueva etapa. 

Con la fabricación del papel moneda, la emisión de deuda por parte de los estados como dinero, el incremento  de la presión impositiva  sobre el pueblo, la acelerada implementación del colonialismo como motor de la economía, el aumento exponencial de la milicia y la obligatoriedad del servicio militar para defender el control de los territorios ocupados, el crecimiento de las sociedades anónimas que acabarán convirtiéndose en empresa multinacionales, la destrucción del mundo rural y la potenciación de la ciudad frente al campo, es decir de las rentas frente a la producción  y la casi total monetización de las relaciones humanas, se consuma la orientación economicista de la vida iniciada y apoyada con la promulgación de aquellas constituciones modernas, casi la totalidad,  dirigidas a aumentar la riqueza individual en detrimento de lo comunitario, es decir, contrarias a la gestión participativa del bien común.

La construcción de una escala de valores en la que lo económico ocupa un lugar privilegiado, no es algo nuevo, sino repetido a lo largo de la historia como propio de los imperios habidos, y por tanto de los estados, lo que no evita su decadencia y posterior desaparición. En este sentido podemos hablar de continuidad entre monarquías, repúblicas o dictaduras, así como entre el llamado antiguo régimen y la sociedad moderna. Se trata de un ciclo que no puede acabar si no es con un cambio radical en la escala de valores que sustenta a las llamadas normas supremas o constituciones.

No hay que olvidar que fue durante el franquismo cuando España ya fue requerida para formar parte del espacio europeo. Así pues también Europa, en cuanto creación de un supraestado,  es un reflejo fiel de un nuevo economicismo, una escala axiológica en la que lo económico en general y el dinero en particular, ocupan el primer lugar. Planteamiento acorde con la preeminencia de unas oligarquías financieras que no han dejado de crecer desde la proclamación de las primeras constituciones liberales a finales del siglo XVIII.

Se denigra, en la actualidad, a la tradición, depositaria en muchos casos de valores axiológicos en los que lo económico no es lo prioritario. Lo mismo ocurre con la democracia directa, única capaz de reordenar la sociedad en torno a valores nuevos, tanto desde el punto de vista político como económico, mientras se exalta la democracia representativa y parlamentaria, como hace la constitución española de 1978, que nada nuevo aporta en este sentido. La consecuencia más directa de todo ello es  un anquilosamiento generalizado de la vida individual y social, una  falta de perspectiva para el futuro y una progresiva incapacidad por adaptarse a un tiempo, el presente, que está  exigiendo por sí mismo ese cambio radical en la escala de valores que evite la destrucción de la naturaleza y el ser humano.  

Pero no todo lleva a la desmoralización. La oposición a una constitución europea de cariz neoliberal, ha dado algunos frutos por el momento. Así pues, otra forma de vida económica  y política de los europeos es posible. Se trata de algo que  nos compete en cuanto sujetos celosos de la libertad, por lo que hemos de llegar a tener clara una forma  de vida en la que lo económico no sea prioritario, en contraposición al bombardeo mediático sobre el consumo como motor de la economía, y  a su vez hemos de ser capaces de ponerla en práctica.

Reflexionar sobre la constitución española de 1978, equivale a hacerlo sobre los   ordenamientos jurídicos de la humanidad en general, pues la escala de valores economicista  se ha impuesto en los cinco continentes y ha dado lugar al modelo estatal de relaciones humanas, así como a la redacción de las modernas constituciones, que no evitan un comercio competitivo, agresivo y destructor que frecuentemente acaba en guerras.  

No podemos aceptar vivir en marcos legislativos y legales que no pongan en primer lugar como prioridad máxima la convivencia y subordinen cualquier otra consideración, entre ellas la económica, a su mejora y preservación, lo que se consigue con una actitud de búsqueda permanente del Bien. Lo contrario de lo que ocurre en la actualidad, en que ni siquiera se plantea tal búsqueda. Nos preguntamos si la constitución de 1978, que tan pomposamente pretende  ordenar nuestras vidas, lo hizo en el momento de su redacción. La respuesta es que no. Convertir al estado en un proveedor de felicidad es mentir. Pretender que un estado sea proveedor de bienestar, como recoge la constitución, denota la miseria del economicismo y su enfoque materialista y reductor.

Una escala de valores adecuada pone la libertad, la ayuda mutua, la colaboración y el reparto equitativo del bien común por encima del dinero. Y si es tarea difícil, a veces épica, vivir con esta escala de valores no por ello es menos necesaria, pues viviendo con lo económico como prioritario llegamos a donde estamos, una sociedad en decadencia que  trata de sostenerse con constituciones como la de 1978  cuyo objetivo  fue dar continuidad al stuatu quo.

 Al pretender considerar secundarios valores tales como la colaboración y la ayuda mutua o el respeto escrupuloso a la individualidad, se genera daño  psicológico, así como miseria económica y moral.

Lo pertinente en economía y  en el ordenamiento legal es el control de las  necesidades de los seres humanos  para que  no devengan exclusivamente materiales y por tanto insaciables, lo que degrada al cuerpo, hace enfermar a la  psique y  anula la fuerza del espíritu, es decir,  para que no rompa la integridad del ser humano como individuo y como sociedad. Son atributos de los seres humanos la capacidad para ejercer la  justicia conmutativa y la  justicia distributiva, pero para hacerlo posible es necesario regirse por el principio ético de que la acumulación de riqueza no es un bien y sí el reparto equitativo de la misma. El exceso en la  acumulación privada desorganiza al grupo social y  destruyen su capacidad de producción a pesar de lo dice y promueve una escala de valores economicista. Por el contrario en otra escala de valores posible la cooperación aparece como el verdadero motor de la economía que resulta así  más eficaz, justo y respetuoso con la naturaleza, incluido el ser humano y su convivencia grupal.

¿Qué constitución actual  establece como prioritario lo aquí dicho?  ¿Acaso no se soporta la constitución española de 1978 en una escala de valores en todo inapropiada, generadora de desequilibrio social, algo contrario a las exigencias de supervivencia del  grupo social  e incluso de cualquier ser vivo? 

Cuando  calificamos de obsoleta a una norma jurídica, en este caso de la constitución española de 1978, lo que hacemos es apuntar a  la necesidad de regirse por una escala de valores en todo diferente.  Hablamos de la  necesidad de superar el concepto de estado actual. Hablamos de un cambio civilizatorio, pues esto es a lo que lleva un cambio en la escala de valores.  Y es por ello que decimos que la actual no es  ni eficaz ni  viable  pues una visión economicista de la vida y la sociedad no está orientada a la búsqueda del Bien a pesar de lo que se predica. Y sin embargo esta búsqueda aparece como fundamental y fundante de una sociedad nueva.

Lo contrario es pretender un imposible. La constitución actual de 1978 dice organizar la convivencia y la sociedad, pero a lo máximo que llega es a crear un  muy secundario y limitado estado llamado  de bienestar. Una estrategia que disimula el  estado de dominación de unos  sobre otros y oculta la verdadera desigualdad estructural de la actual escala de valores implementada desde el poder que resulta ser así antiética. 


Rafael Rodrigo Navarro , 6 de diciembre de 2017

domingo, 26 de noviembre de 2017

¿REVOLUCIÓ INTEGRAL ?


UN ARTICULO DE RAFAEL RODRIGO NAVARRO 


Confuci: "Si no estàs d'acord amb el funcionament de la societat, canvia't a tu mateix".

Sí una revolució amb caràcter global que mira a fora i a endins de la persona humana.

Revolució perquè cerquem un canvi radical de la societat, una volta al punt de partida on l'ésser humà (la humanitat) ha iniciat un camí sense retorn cap a la destrucció de si mateix i la natura. Exigeix de capacitat d'anàlisi.

Integral perquè no ens interessen els canvis parcials com aquells que miren exclusivament a la millora del benestar econòmic, objectiu bàsic de les revolucions fallides.  Es necessita d'esforç

Globalista perquè intenta entendre la complexitat de la societat i l'ésser humà: subjecte i part de múltiples relacions socials a l'hora. Exigeix humilitat i respecte al pròxim.

Una revolució amb una meta i una estratègia global perquè avui dia les relacions entre les persones són, per primera vegada en la història humana, realment globals. Exigeix d'un esperit col·laboratiu.

Anticapitalista ja que no podem acceptar un sistema econòmic basat en la desigualtat humana, encara que ens proporcioni benestar. Cal cultivar el desinterès.

Una revolució que tracta de crear éssers humans enfortits amb aquelles virtuts que és consideren la base de les relacions humanes: esforç en la consecució d'objectius comuns i recerca de la veritat i la justícia.  Es necessita de la reflexió profunda.

Una revolució enemiga dels estats actuals basats en l'acumulació de poders siguin teocràtics o laics, suportats per un consumisme desbocat, el malgasto i una carrera tecnològica cega, orientada a suportar imperis depredadors de les persones, de la natura i de les relacions de producció humanes. Estats enemics i destructors de les organitzacions y relacions humanes entre l'individu i el poder, és a dir de la llibertat humana. Necessita éssers humans valents.

Contraria a les relacions laborals assalariades, moderna forma d'esclavitud humana. Necessita de la capacitat d'innovació, autogestió i col·laboració entre éssers humans.

Partidària del concepte del "comunal" o bé comú productiu, base de les relacions de convivència i de l'equilibri entre el privat i el públic.

De l'autoconstrucció del ésser humà, d'un creixement personal basat en la independència, la potenciació de la consciència humana i la responsabilitat . De la autogestió  en l'organització social, la salut comunitària, l'educació i la defensa.

És a dir, una democràcia basada en nuclis de convivència amb propietat comuna, consell de veïns, assemblees de gestió, lluny de les actuals megalòpolis i la forma política basada en la suposada representació de persones massificades, sense criteri propi, dirigides pels potents mitjans de comunicació al servei de minories poderoses.

Una convivència entre els éssers humans que faci possible la vida i la procreació responsable, lluny de l'adoctrinament i dirigisme actual orientat al manteniment de l'esclavitud.



ENCUENTROS SOBRE REVOLUCIÓN INTEGRAL 

domingo, 22 de octubre de 2017

INSUMISO AL EJÉRCITO IMPERIAL

ACTA DEL MARTIRIO DE MAXIMILIANO 

Los romanos eran muy cuidadosos en los juicios, a pesar de sus muchos excesos, guerras y sus épocas convulsas. Cuando iban a ejecutar a alguien escribían actas del juicio. Gracias a ello nos han llegado muchas actas de los mártires de la Iglesia primitiva. He aquí un ejemplo:

 Resultat d'imatges de SAN MAXIMILIANO SOLDADO ROMANO
A Teveste (1), durante el consulado de Tusco y Anulino, el día doce de marzo, habiendo comparecido el foro Fabio Víctor junto con Maximiliano y permitida la asistencia del abogado Pompeyo, éste comenzó diciendo:
-Fabio Víctor, temonario (2) se ha presentado con Valeriano Quintino, prefecto de Cesarea, junto con el excelente recluta Maximiliano, hijo de Víctor: como que es apto, pido que le sea tomada la talla.
El Procónsul Dión pregunta:
-¿Cómo te llamas?
Maximiliano respondió:
-¿Para qué quieres saber mi nombre? No me es lícito hacer el servicio militar, porque soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-Tomale la talla.
Mientras se la tomaban, Maximiliano replica:
-No puedo hacer el servicio militar; yo no puedo hacer daño; soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-Tomale la talla!
Una vez hecho, el oficial proclamó:
-Mide cinco pies y diez pulgadas (3).
Dión dijo al oficial:
-Marquelo.
Resistiéndose a ellos, Maximiliano respondió:
-No. No puedo hacer el servicio militar.
Dión dijo:
-Haz el servicio si no quieres morir.
Maximiliano respondió:
-No lo haré. Córtame el cuello; yo no soy soldado de este mundo, sino soldado de mi Dios.
El Procónsul Dión le preguntó:
-¿Quien te ha líado de esa manera?
Maximiliano respondió:
-Mi alma y Aquel que me ha llamado. Dión dijo a Víctor, su padre:
-Aconseja a tu hijo.
Víctor respondió:
-Él lo sabe, ya tiene suficiente conocimiento para saber lo que le conviene.
Dión dijo a Maximiliano:
-Haz el servicio y recibe la marca (4)
-No recibo ninguna marca  -respondió-. Ya llevo la señal de Cristo, mi Dios.
Dión dijo:
-Enseguida te enviaré a tu Cristo.
-¡Ojalá que lo hicieras ahora mismo! -respondió-. Esta es también mi gloria.
Dión dijo al oficial:
-Márquelo.
Oponiendo resistencia, Maximiliano respondió:
-Yo no acepto la marca de este mundo y, si me la pones, la romperé, porque no tiene ningún valor. Yo soy cristiano, no me es lícito llevar colgado al cuello ese trozo de plomo desde que llevo la señal salvador de mi Señor Jesucristo, hijo del Dios vivo, que tú no conoces, que sufrió por nuestra salvación y que Dios entregó por nuestros pecados. A él servimos todos los cristianos; a él seguimos como líder de la vida, promotor de la salvación.
Dión dijo:
-Realiza el servicio militar y toma la marca si no quieres morir miserablemente.
-No moriré -le respondió Maximiliano-. Mi nombre ya está con mi Señor. No puedo prestar el servicio militar.
-Date cuenta de que eres joven -insistió Dión -, y haz el servicio, que es lo que procede para un joven.
-Mi milicia corresponde para con mi Señor -contestó Maximiliano- No puedo ser soldado de este mundo. Ya lo he dicho: soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-En la sagrada comitiva de nuestros señores Diocleciano y Maximiano, Constancio y Máximo, hay soldados cristianos y hacen el servicio militar.
-Ellos sabrán lo que les conviene -respondió Maximiliano-. Sin embargo, yo soy cristiano y no puedo hacer ningún daño.
-¿Qué mal hacen los que hacen el servicio? -preguntó Dión.
-Tú bastante sabes lo que hacen -contestó Maximiliano.
El Procónsul Dión dijo:
-Haz el servicio, no subestimes la milicia si no quieres acabar mal.
-Yo no moriré -respondió Maximiliano-; y, si salgo de este mundo, mi alma vivirá con Cristo, mi Señor.
Dión ordenó:
-Elimine su nombre.
Una vez borrado, Dión dijo:
-Ya que con espíritu insumiso has rechazado el servicio militar, recibirás la sentencia correspondiente -para que escarmienten los demás.
Y leyó la sentencia: «Ordeno que Maximiliano sea pasado por la espada por haberse negado con espíritu insumiso a realizar el juramento de la milicia.”
Maximiliano respondió:
-Doy gracias a Dios.
Había vivido en este mundo veintiun años, tres meses y dieciocho días.
Mientras lo llevaban al lugar del suplicio, dijo:
-¡Hermanos muy queridos! Apresuraros ávidamente con todas las fuerzas para tener la suerte de ver al Señor; que él os otorgue también a vosotros la misma corona.
Y con cara muy alegre dijo a su padre:
-Da a este verdugo el vestido nuevo que me habías preparado para la milicia. ¡Ojalá que te pueda multiplicar el ciento por uno, porque así nos podamos gloriar ambos en el Señor!
Y así sufrió inmediatamente el martirio.
La matrona Pompeyana reclamó el cadáver de Maximiliano al juez y, colocándolo en su litera, lo trasladó a Cartago y lo sepultó bajo la colina, junto al mártir Cipriano, cerca del palacio. Y, cuando la matrona murió, doce días después, fue sepultada allí mismo.
Su padre, Víctor, se volvió a su casa con gran alegría, dando gracias a Dios porque había enviado de antemano un tal regalo al Señor, él que debería seguirle pronto.
Demos gracias a Dios. Amén
_________________
1. Ciudad de la Numidia Cirtense, actual Tebesa.
2. El temonario era el recaudador del temo, un impuesto en metálico para liberarse del servicio militar.
3. Es decir, un metro setenta y ocho. La talla mínima requerida para ser legionario era de un metro setenta y dos.
4. La marca (signaculum) era una plaqueta de plomo que el soldado llevaba en el cuello como signo de identidad. Cf. GUIM, Urbs Roma, III, Salamanca 1985, p. 473, donde comenta precisamente este episodio de Maximiliano.



viernes, 6 de octubre de 2017

EUROPA NI ESTÁ, NI SE LE ESPERA


Tras las correspondientes investigaciones sobre el 23-F hemos podido saber que el rey España,  Juan Carlos I,  participó en el golpe de estado, por la simple razón de que los golpes de estados los da el ejército y no la población civil, como parece insinuarse recientemente. En el caso que nos ocupa además, en atención a lo relatado,  tuvo su origen en la  junta de jefes del alto estado mayor, de la que es presidente, según la constitución, el  rey de España.

Tuvo  Juan Carlos I  suerte de que , a causa del levantamiento del general Milán del Bosch y del teniente coronel de la guardia civil  Antonio Tejero  quienes  bien no  estuvieron  suficientemente informados o  hicieron  caso omiso de las órdenes sobre la desconvocatoria del mismo, pudo  aparecer ante la opinión pública como quien  había parado  el golpe y salvado a España de una dictadura.

El relato que se construyó a partir de entonces  interesó a todos  y  en especial  a los dirigentes de la Unión Europea, pues de este modo evitaban tener que  tomar algún tipo de medidas contra España en pleno y avanzado  proceso de adhesión (1).

De  hecho, de haberse  sabido la verdad, este proceso hubiera estado contestado por las clases populares europeas. Así pues los medios de comunicación hicieron su papel y  el golpista rey Juan Carlos  apareció como salvador del estado y  gran defensor de la democracia.  Así se escribe la historia.

Lo que está ocurriendo en este momento en Cataluña y con Cataluña, es  simple y llanamente un nuevo golpe de estado, por la misma cuestión que se originó  el  23-F  y, por desgracia, otros anteriores golpes de estado habidos durante los siglos XIX y XX.  Europa a su vez vuelve a reaccionar de manera similar. Ignorando.
    
Las razones para esta actitud son obvias. La  Unión Europea  teme la reacción del estado español  que entre otras cosas dejaría en evidencia lo que es el proyecto europeo: un fiasco de enormes proporciones.

La Unidad de Europa no es sino el intento de crear un Supraestado de dominación  en el nuevo concierto de superestados de dominación en el mundo. Nada de libertades, nada de democracia, nada igualdad, justicia o fraternidad.  Es la reacción necesaria e inevitable ante la pérdida de poder de Europa en el  mundo, lo que la convertiría en una potencia de segundo orden,  lo que no está previsto ni aceptado por las oligarquías financieras mandantes en Europa.

Este proyecto no tiene nada que ver con  una Europa de las nacionalidades (el concepto de nación hace tiempo que se reserva para el estado-nación  a partir de las llamadas revoluciones liberales durante los siglos XVIII y XIX)  por el simple hecho de que el concepto de nación sin estado no sólo les es ajeno sino contrario.  Reconocer  y aceptar el concepto de nación sin estado significa  tener que  aceptar a su vez la independencia e  igualdad radical de todas las naciones que ocupan un mismo territorio, lo que  no es el caso ni de España ni de Europa.

Algunos tomarán estas consideraciones sobre la posibilidad de existencia de naciones sin estado como una antigualla o un intento de  volver al pasado, pero no es esto cierto. Se trata  precisamente de  una proyección de futuro.  La defensa de un territorio compartido es mucho más eficaz bajo el parámetro de la igualdad  que a través de estados carentes de libertad y de  estructura desigual,  como se demuestra con  el  irresoluble problema entre España y Cataluña. Por el contrario, la defensa estatal,  la  misma que se predica ahora para una Europa Unida, se apoya  en  un militarismo que no es otra cosa que un negocio, presto a traicionar a la “patria” ( otro concepto de rancio origen seudoliberal)  en cuanto el negocio deje de ser tal.

El problema catalán  está sirviendo, por tanto, para hacer caer la venda de los ojos de muchas personas. Europa no va apoyar al pueblo catalán. Aparecerán ahora como mediadores toda una serie de entidades: Iglesia, partidos que se llaman equidistantes entre el nacionalismo y el estado, parlamento europeo, asociaciones de juristas, etc. etc. que dicen tener por  objeto reconducir el proceso, pero que difícilmente entrarán a fondo en el problema.

En realidad el tema de la independencia de Cataluña  está mal planteado  por parte de la clase política desde el momento en que se pretende la independencia de España y no de Europa, lo que equivale a salir de la sartén y caer en las brasas.

Una vez más estamos ante una manipulación del  sentimiento innato que tenemos los europeos de vivir en democracia,  intentando sustituir, según la jerga, los estados-nacionales actuales,  por  un estado europeo único.

Pero la tan querida representación política de los ciudadanos a través de los partidos políticos reunidos en pomposos parlamentos, significa muy poco, ni en España ni en Europa, como hemos tenido ocasión de ver con las actuaciones de los líderes de los partidos popular y socialista  españoles y sus homólogos en Europa que vienen gobernando tanto a los diferentes estados como a la Unión Europea en su conjunto. Efectivamente muchas políticas, quizás las más decisivas tienen lugar al margen de los mismos: participaciones en  guerras y  envío de tropas al exterior, fabricación  y  venta de armas, pago de deudas e intereses de dudosa legitimidad, persecución del derecho a decidir, apoyo financiero a ciertas empresas estratégicas para los intereses de los ejércitos y de los estados,  implementación de biopolíticas, ayudas a  multinacionales, reducción de libertades, etc. etc.
No estamos reformulando una parte de la doctrina fascista o falangista que reza que no debe haber partidos políticos (y  no obstante son  un partido político con pretensiones de ser excluyente), estamos diciendo que una democracia que genera partidos políticos para pasar directamente del individuo masificado, al que por cierto se le llama pueblo, al parlamento, además de constituir  una falsa democracia, es un peligro para la sociedad.

La representatividad de un parlamento nacional  es una representación de segundo orden, por tanto debe  existir, pero siempre y cuando exista a su vez la democracia  directa.

Si se obvia la democracia directa, con los correspondientes debates por asambleas,  abierta a la colaboración y a la ayuda mutua libre e  independiente  de los participantes en la misma, a la creación de un derecho consuetudinario popular, a la posibilidad de gestionar  directamente  bienes comunes así  como  proceder al  reparto equitativo de la riqueza ( ganancias  comunes), no puede haber democracia representativa y  hablar del  parlamento de la nación, es una entelequia y un concepto vacío.

Lo demás son milongas, falsos relatos que se crean con  éxito  en los despachos de las oligarquías  ayudados por enorme poder mediático del que disponen y que muchos creen, como el del rey Juan Carlos y  la transición democrática  española en su día, o como el que se nos va a contar a partir de ahora sobre la  actuación del rey Felipe VI de Borbón en Cataluña.

Rafael Rodrigo Navarro

(1)     SALISBURY WILLIAM, T: Spain and the Common Market 1957-1967, tesis de la Universidad de Wisconsin, 1986. RAIMUNDO BASSOLS : España ante Europa: Historia de la adhesión a la CE 1957-1985


martes, 12 de septiembre de 2017

EL ESPÍRITU LATE POR CATALUÑA


 EL  ESPÍRITU  LATE POR CATUÑA (*)

Un artículo de Rafael Rodrigo Navarro

«A Barcelona hay que bombardearla al menos una vez cada 50 años» (Baldomero Espartero, 1842) (1). Este aserto de quien fuera  Presidente  del Consejo de Ministros en tres ocasiones (1837-1837), (1840-1841) i (1854-1854)  y regente del reino de 1840 a 1843, nos acerca al análisis de lo que está pasando en este momento en Cataluña, pues son muchos los que están de acuerdo con lo dicho por el general Espartero y se impacientan con el hecho de que el actual gobierno de España no haya realizado ya una contundente demostración de fuerza contra Catalunya. De hecho han pasado ya los cincuenta años de rigor tras la derrota de las instituciones catalanas, el Parlament y  la Generalitat, tras la  última  guerra civil española  (1936-1939).

Pero a su vez esta frase indica la existencia de un tipo de realidad profunda en el pueblo catalán  que los poderes oligárquicos no consiguen extirpar. Se puede anular  durante una o varias generaciones, pero el poder del estado sabe, o quizás no sabe, que resurgirá. Por lo menos Espartero fue consciente de ello.

Nadie que no ame a su nación, puede entender el problema catalán. No hablo de la patria, ese vocablo  de rancio tufo oligárquico, patriarcal y militarista que se impuso  definitivamente durante el siglo XIX en España, y en otros países, tras  el triunfo de las revoluciones liberales.

El concepto de nación  en sus inicios se identificaba  con el de pueblo.  La palabra nación tiene un mismo origen etimológico que la palabra griega gea (tierra ancestral) y el verbo castellano engendrar (2).  

Una nación nace y crece a partir de un territorio en el que la crianza de los hijos e hijas que  han de procurar a su vez su descendencia y continuidad en el tiempo sea posible. Los habitantes de ese territorio en general  comparten una misma lengua, siguen una parecidas costumbres y sobre todo se sirven de una ética propia y al mismo tiempo universal que rige su convivencia desde dentro, con autogobierno.  De ese modo la  norma jurídica se identifica con la moral elaborada con el análisis continuado de la conducta grupal mediante la democracia directa, posibilitando así que el acto de juzgar sea este a un tiempo a aplicar la norma y a revisarla para mejorar las relaciones personales en la comunidad nacional. Una nación en sentido estricto debe compaginar la convivencia con la libertad tanto  individual como grupal, en la que se incluye la libertad de conciencia.  

Existen otras muchas  realidades sociales que comparten el mismo vocablo pero no tienen el significado que acabamos de exponer.  Y desde luego  el concepto de estado-patria tan comúnmente aceptado hoy día, nada tiene  que ver con el concepto  de nación.

En todo caso este tipo de realidades que  se podrían denominar supranacionales, los estados,  tendrían sentido si su estructura estuviera montada de tal manera que no fuera en contra de aquellas naciones que la componen. Lo que no es el caso.

Aunque en el siglo XIV algunos propusieron que Isabel y Fernando fuesen llamados reyes de España, no se hizo por carecer este término, por otro lado muy antiguo,  de entidad jurídica.

Más tarde, en la medida que el estado se fue consolidando como tal,  dando lugar al llamado estado moderno, se utilizan los conceptos de España o Las Españas según los casos, lo que indica ambivalencia a causa de la pretendida unidad y la  presencia de  fueros y formas de autogobierno singulares  propios de las comunidades existentes.  Sin embargo, a partir de las revoluciones liberales el concepto de España, como nación-estado unificada y excluyente, se potencia, consolida y  llena de contenido jurídico y con ello un modo de entender el  territorio como exclusivo y excluyente de “la nación”.

 Se trata  de una situación similar a la de la formación de  Europa en la actualidad, con la diferencia de  que, puesto que el supraestado europeo se está formando a partir de los llamados estados nacionales previos en cuyo interior jurídicamente han dejado de existir las naciones que estuvieron en su origen,  la dinámica  en marcha es diferente.  

De hecho el intento de formar un supraestado en Europa no es sino un cambio en la amplitud de la estructura de estado único.  Las  naciones europeas hace siglos que sucumbieron a la dinámica de la omnipresencia y  dominio de los estados.  Una Europa de las naciones, aunque reivindicada por algunos, parece irrealizable ya que llevaría a conflictos  semejantes a los que se están dando entre España y  Cataluña.  Por ello es lógico que el apoyo europeo que solicitan los independentistas catalanes, les  sea negado por una Europa en proceso de unificación. Lo lógico es que siga destruyendo a las naciones que todavía existen en su territorio y no que las potencie.

En realidad lo que se consolidó durante el siglo XV con  Carlos  V  y  los  Augsburgo,  fue  la paulatina  destrucción de las  naciones existentes en aquel momento en el territorio de la península Ibérica, dando paso a virreinatos dirigidos desde Madrid, es decir acordes con el capitalismo mercantil que se estaba desarrollando y cuya organización política evolucionaba ya entonces rápidamente hacia el concepto de nación-estado que se inició primero con el absolutismo borbónico y  posteriormente con  las llamadas revoluciones liberales.

Si bien España hubiera podido constituirse en una federación de naciones libres, no fue el caso porque la dinámica de crecimiento del capitalismo lo hacía imposible. Y  esto por varias  razones. En primer lugar porque dado que la organización  del estado es en todo contraria a la estructura de nación, en la medida que crecía aquel había de menguar ésta.  Es por ello que la historia de España y de cualquier otro estado europeo,  presenta un continuo de guerras contra los pueblos y  las  naciones autónomas existentes o con pretensiones de existir,  confrontaciones  que en algunos casos  se convirtieron en guerras civiles como las que  asolaron los siglos  XVIII, XIX y XX en España,  o en guerras genocidas  de exterminio como la que tuvo lugar en Francia en la Vandea, tras la revolución de 1789, por sólo citar una.

 El estado moderno lo que busca, no es necesario insistir pues las evidencias son casi  totales,  son individuos aislados  a los que regentar y no individuos inmersos en grupos sociales  con autonomía y vida propia que a su vez  puedan asociarse libremente.

Si la nación conlleva la existencia de un territorio, lo mismo acurre con el estado,  la manera de  participar de ese territorio es radicalmente diferente.  En el  caso de la nación el territorio puede ser compartido. Nada repugna en este sentido. Sin embargo constituye la razón de ser del estado su exclusividad más radical.  Lo que tiene que ver, a su vez,  con el concepto de propiedad. En la concepción del estado contemporáneo, como ya ocurrió en el Imperio Romano, la propiedad pasa de entenderse como  relativa, lo que permitía  la  ayuda mutua  en igualdad y  la cooperación  también en igualdad de varias naciones sobre un mismo territorio,  a  absoluta.  Con  la dominación de un pueblo sobre el resto , desaparece definitivamente el concepto de cogestión, excepto en el caso de ocupación de territorios  coloniales.  

Es evidente que en un estado, en el que la defensa de un territorio es lo primordial, éste no puede ser compartido. Hablamos de una parte de la historia de la humanidad, la de las oligarquías reinantes, no de los pueblos libres que también existieron, aunque el interés de los historiadores haya sido menor a la hora de estudiar su existencia y significado, durante los últimos cuatro mil años, del que es un ejemplo, entre otros miles, el irresoluble enfrentamiento de  Israel y  Palestina dentro de los parámetros geopolíticos por los que se rigen los modernos estados.

La nación libre, comparte el territorio  en primer lugar porque entiende más apropiado para la supervivencia la cooperación frente a la exclusividad, la falta de cooperación  y  la guerra.  También porque la gestación, el nacimiento y la crianza de la prole convienen a un territorio sin conflicto y finalmente porque, puesto que la nación libre  recela del  estado, evita alimentar su poder y  militarismo.  En realidad  hasta los tiempos históricos,  en que surgieron los estados,  el ser humano en términos generales  había sobrevivido  gracias a la  cooperación más que a la guerra de rapiña.(3)
Pero aunque es cierto que todo esto cambió en un momento dado y las naciones como tales dejaron de existir, lo que para muchos constituye  un progreso, no es menos cierto que continuarán los conflictos entre estados,  hasta que abandonemos de nuevo los conceptos de propiedad privada absoluta  y  territorialidad exclusiva.
Frente  a la existencia de naciones que tienen su origen en grupos humanos naturales, los estados son con toda evidencia creaciones de minorías oligárquicas,  ricas, armadas  y dominadoras de pueblos y personas. Por ello, como ya  hemos dicho, se oponen y opondrán al concepto de nación  independiente y libre.

Hay más. Estas élites mandantes que rigen los estados, o que como en el caso catalán tratan de crearlos, que  diseñan y rigen  el mundo actual a su antojo  y que son responsables de las fronteras  existentes, lo que equivale a la exclusión de muchos pueblos del concierto internacional, no se rigen por una ética puesto que su razón  ser, la razón de estado, es  la  dominación y la fuerza. La ideología que les sustenta es la del darvinismo social, su religión la de la jerarquía y el poder, y su convencimiento el  de que  no hay que ser ingenuos y  hay que golpear primero  si se quiere sobrevivir. Conforman un pensamiento tan ajeno y diferente de la necesaria cooperación entre seres humanos, que estamos tentados de calificar de subhumana a esta civilización de los estados, permanentemente jerarquizada, orientada a la conflagración bélica, y que se constituye básicamente entre dominadores y dominados, lo que supone a su vez un bloqueo y una pérdida importante de aquellos sentimientos necesarios para la convivencia, entre ellos el del amor.

Lo más curioso es que esta manera de pensar que se ha generalizado en la sociedad , no corresponde exclusivamente a la minoría mandante sino a todos aquellos que la han hecho suya y que es la ideología del superhombre y la voluntad de poder, preconizada por Nietzsche. 

Pero si el problema de la independencia de Cataluña, resulta tan controvertido, llama tanto nuestra atención y se ha convertido en tema de reflexión para muchos,  es porque en él  se  superponen dos tipos de reivindicaciones a un tiempo.

Al inicio del presente  escrito hemos dicho que  no se puede entender el problema catalán si no se ama profundamente a la propia nación (el castellano a Castilla,  el  gallego a Galicia, el euskaldún a Euskal Herría, etc.)  y  no a esa entelequia llamada patria, militarista y jerárquica que dice que la democracia es ir a votar cada cuatro años y  hace del ser humano un productor esclavizado y un participante de un ejército permanente y agresor. La astucia de  la  oligarquía mandante ha consistido desde siempre, en intentar, sin éxito,  que los seres humanos proyecten sus sentimientos, entre ellos su amor  sobre el estado, para lo que se le ha añadido el adjetivo de nacional.

Pero el amor  nace de la integridad, es decir del equilibrio de nuestra naturaleza corporal, psíquica y espiritual, y al mismo tiempo de conducirnos en  libertad. Quien pierde este  equilibrio que por otro lado  responde a  la estructura  básica de cualquier ser vivo, no  puede entender ningún fenómeno social  en que los sentimientos de amor, entre otros,  estén presentes. Por desgracia la sociedad moderna nos tiene sumidos, por  la propia necesidad de la  experiencia de ser dominadores o dominados, en un  desequilibrio permanente y  esa  falta de integridad conlleva a su vez dificultades en resolver aquellos problemas humanos que necesitan de perspectivas globales.

Lo desconcertante para muchos  del  problema catalán  resulta  de la superposición  de dos aspiraciones opuestas:  el amor del pueblo catalán (lo que queda de él) por su libertad, es decir por vivir como  nación  propia y  singular con su lengua, sus usos y costumbres, su autonomía jurídica y sus normas convivenciales por un lado y , por el otro,  la pretensión de sus oligarquías mandantes de formar un estado, lo que equivale apuntarse a la escalada de explotación  y dominación de cualquier estado consolidado como tal.

En  este sentido es interesante el artículo  de Pere  Rusiñol  “Independencia de Catalunya: ¿Con la ayuda de Trump o de China?”, aparecido en el diario digital “El diario.es” (4) en el  cual  se analizan las posibilidades que tiene Cataluña de conformar realmente un estado independiente. Según el autor desde el punto de vista  de  las estrategias geopolíticas actuales, las posibilidades son prácticamente nulas, a pesar de que siempre existen resquicios  que  en otros casos han sido aprovechados por quienes han llegado a crear un estado nuevo.  En cualquier caso la existencia de un nuevo estado, habría que englobarla en una misma dinámica de poder y dominación a escala mundial.

Así pues, según el autor, la  pretensión de crear un estado propio parece estar condenada al fracaso. ¿Entonces, se pregunta,  por qué los dirigentes catalanes se arriesgan y  no cejan en su empeño? Según el autor,   porque han visto en esta forma de populismo un rédito electoral.  Pero la respuesta no parece convincente y resulta  demasiado simple, ya que  con dicho rédito precisamente se verían obligados de nuevo a plantear la independencia de Catalunya.

En Cataluña, como sugiere la frase de Espartero, existe una realidad más profunda y difícil de combatir. Y  esa realidad, puesto que hace su aparición de forma cíclica a lo largo de la historia, no es otra que la permanencia  en  su existencia  de la nación catalana,  nación  que se sustenta en  aquellos que la aman, algo también muy real, aunque generalmente no se  tenga en cuenta  en los análisis.  Es por ello que ha sobrevivido en la historia y  sobrevive a pesar de lo convulso del momento actual, hasta que las estrategias de poder  tanto de dentro como de fuera, cada vez más sutiles y  por tanto más  poderosas, en su intento, acaben con ella. O no.