(CONTINUACIÓN)
Este y otros
hechos, recogidos de manera desdibujada en los evangelios, con momentos de
tensión e incluso violencia por los que presumiblemente fue acusado, enjuiciado
de manera sumaria y condenado a morir,
son decisivos a la hora de comprender a Jesús de Nazaret y su mensaje, pues
significa que o bien fue realmente un líder violento que utilizó las armas para
tratar de conseguir sus fines político-religiosos ( de lo que habría que
deducir que su imagen fue modificada por
el proceso de deificación que se llevó a cabo con posterioridad y del que hablaremos más adelante) o, puesto que predicó con claridad la necesidad
del amor como elemento esencial y
estructural de la sociabilidad del ser humano, tendríamos que concluir que
fue precisamente la práctica de esta cosmovisión la considerada verdaderamente
atentatoria contra el poder, hasta el punto que éste último reaccionó acusando
a Jesús y a sus seguidores del delito
de sedición, por tanto equiparables en
la práctica a personas armadas en un
intento de toma de poder, cuando en realidad se trató de un movimiento
intencionalmente pacífico aunque ciertamente revolucionario. Lo cierto es que
de la misma manera que la formulación de la
cosmovisión del amor como fundante de lo humano no era algo nuevo en la
historia de la humanidad, tampoco lo fue la reacción del poder militar,
político y religioso de su tiempo, en Jerusalén y en Roma.
Los evangelios, tal como los conocemos, son relativamente posteriores
a la figura histórica de Jesús de Nazaret y fueron escritos tras la proclamación de la divinidad del mismo. Al hacerse
canónicos, es decir, oficiales a finales
del siglo primero y segundo, llevaron posiblemente a la desaparición de textos
que se les oponían demasiado directamente (3).
La divinización de Jesús (Jesucristo) significó a su vez una división entre sus
seguidores y una diáspora de quienes no
estuvieron de acuerdo con esta
consideración del mismo. El
cristianismo, conformado a partir de entonces como una religión, entró de lleno
en la dinámica de competir por a ser la religión verdadera, lo que muestra una
vez más lo importante que es para algunos la posesión de la verdad y no la búsqueda de la verdad en sí.
Lo que más debió impresionar a los seguidores de Jesús de su misma
generación fue el hecho de cómo y por qué un rabino trabajador artesano, de
origen popular, predicador, desarmado,
había sido objeto de semejante reacción política por parte del Sanedrín Judío
y el Gobernador romano.
Los evangelios relatan que sólo Jesús
fue detenido y condenado, mientras no lo fueron ninguno de sus numerosos
seguidores. (4) Se trata de un caso semejante al que con
posterioridad, ya en el siglo XX, ocurrió con Mahatma Gandhi (1869-1948) a
quienes las autoridades británicas hicieron en varias ocasiones responsable de los tumultos que se producían
con la predicación de la doctrina de la no-violencia activa, es decir,
comprometida.
Lo que Gandhi pretendía en este caso,
basta leer sus escritos y no verse en la necesidad de especular sobre un pasado
como ocurre con Jesús de Nazaret, era una meta mezcla de liberación personal, vuelta a una convivencia social de carácter
ético y por tanto amoroso, y la liberación de su pueblo o nación de un dominio
extranjero. En Gandhi, por tanto, también subyacía a sus creencias religiosas
familiares de inspiración jainista y a sus concepciones políticas sobre la India de principios del
siglo XX, una cosmovisión del amor en mucho semejante a la de Jesús de
Nazaret. Él mismo en su autobiografía
comenta la profunda impresión que le produjo la lectura de algunos pasajes del Nuevo
Testamento.
Lo cierto es que, en el caso de Gandhi
y también probablemente en el caso de Jesús de Nazaret, la violencia popular se
produjo, en un momento u otro, como reacción a la dominación política,
policial, militar y demás formas de
poder al servicio de las potentes oligarquías, en un caso inglesas e indias y romanas y judías en el otro,
debido a una toma de conciencia del pueblo a partir de la predicación de la ética y el amor como
fundamento de acción social. De lo que se deduce que antes o después la
cosmovisión del amor confronta al poder establecido por el estado por una vía que
si bien no puede ser adjetivada de violenta, tampoco resulta neutra o desprovista de la misma,
aunque no esté en la mente ni en la intención de quien la pone en práctica tal
violencia. Así pues, ni Mohandas Gandhi ni
presumiblemente Jesús de Nazaret cogieron arma alguna y no obstante ambos
fueron condenados por sedición, si
bien sus respectivas muertes, como todos sabemos, tuvieron diferentes desenlaces.
En ambos casos hubo falsas acusaciones al atribuir una intención
de violencia inexistente a quienes trataron de promover cambios en las escalas
de valores de sus sociedades respectivas (revolución), pero de la que el poder
necesitó culparles para conjugar el peligro
de su propia disolución ante una cosmovisión, la del amor, que resulta incompatible con sociedades jerarquizadas,
estructuralmente desiguales y violentas,
que llegan a hacer del dinero un fin en lugar de lo que es, un medio. En una
palabra, opresoras. Pero también se
opone a todos aquellos que justifican su
existencia y ocupan cargos en una jerarquía tal. Son estos, susceptibles al
caso, los primeros en detectar su presencia, la de la cosmovisión del amor, para
combatirla.
Hay quien se pregunta si realmente la
cosmovisión de Jesús de Nazaret estuvo orientada a la rebelión con armas frente al poder de
ocupación por los romanos. Para aclarar este punto conviene tener en cuenta lo
relatado por Flavio Josefo y ocurrido sólo unos años después: diez
mil zelotes, seguidores de Eleazar ben
Simón fueron crucificados acusados de sedición y posterior rebelión. La
acusación se fundó en que efectivamente en este caso hubo un claro levantamiento en armas. Pero existió un
origen común: la opresión sobre el pueblo de Israel, si bien el intento de solución tomó caminos claramente
divergentes.
La práctica de una ética basada en la
igualdad, la justicia y el amor en el contexto de una sociedad organizada en torno a contravalores resulta a todas luces
peligrosa. Lo cual indica a su vez que formamos en el momento actual parte de
una sociedad inviable a causa de la mentira como medio para obtener ganancias, la subyugación y explotación de los semejantes,
la falta de ética en la elaboración de leyes y un criminal ejercicio del poder
que se atreve entre otras cosas a
condenar a sus oponentes, esto es a tratarlos como criminales. Y la actitud que
caracteriza a quienes forman este tipo de sociedad es la de agredir a aquellos
que puedan hacer evidentes sus contradicciones.
Ahora bien, dado que la descripción de
Jesús de Nazaret que ha llegado hasta nosotros por los Evangelios, los Hechos
de los apóstoles, el Apocalipsis y otros escritos todos ellos redactados bien
iniciado ya su proceso de divinización y por tanto de acomodación al poder,
hemos de concluir que apenas sólo algunos rasgos responden al Jesús real, por
lo demás mal calificado de fundador del cristianismo. Lo que hace su proceso de
divinización es oscurecer algunos de sus rasgos más significativos, ya que Jesús
fue capaz en cuanto ser humano, aunque ciertamente no haya sido el único, de descubrir
la existencia del amor como fundamento y
componente principal de las relaciones entre semejantes.
Poner al amor en el vértice de la
escala de valores significa trascender la religión asociada al poder, la política
basada en la falta de libertad y el constreñimiento del estado, así como la militarización
de la sociedad que manipula el sentimiento de defensa inherente al ser humano. Estamos hablando de una revolución,
puesto que queda trastocada por completo la escala de valores actualmente
dominante y por tanto toda su organización social.
Jesús de Nazaret trascendió la religión judía con su
cosmovisión del amor y paradójicamente acabó como modelo de una nueva religión. Por su parte Mahatma Gandhi renegó
de la violencia y no obstante es considerado padre de la patria de la India actual: desigual, militarista, organizada
en torno a los valores del capitalismo. Pero este tipo de paradojas nos indican que el poder está presto a manipular para anular cualquier
atisbo de verdadero cambio.
La divinización de Jesús de Nazaret,
por lógica, no pudo empezar en vida de sus discípulos directos. Es por ello que
muchos escritores atribuyen a Pablo de
Tarso la creación de la religión cristiana. (5) Estamos ante un hecho que se dio a partir de la segunda o
tercera generación, quienes no conocieron ya a Jesús de Nazaret de manera
directa.
También sabemos por los Hechos de los apóstoles que los seguidores
de Jesús formaban comunidades, es decir grupos sociales en los que junto con la
propiedad privada coexistía la propiedad comunal, con una orientación semejante
a la iniciada por los esenios siglos antes que Jesús conocía, y con quienes probablemente convivió
durante un tiempo. Sin embargo algunos autores interpretan el hecho de que sus
seguidores vivieran en comunidad de bienes como una consecuencia de su convencimiento
sobre la inminente llegada del mesías judío y por tanto el fin de los tiempos.
Sin embargo sabemos por la historia que el vivir comunitariamente
según los principios de una economía en equilibrio entre bienes comunales y
privados, en el marco de un mercado basado en la libertad y la igualdad, con un reparto justo de la plusvalía obtenida por
la colaboración y trabajo conjunto, no es ni una originalidad de los esenios ni de los primeros cristianos
ni de ninguna agrupación humana en concreto, sino la manera de proceder más común en la organización de la sociedad
humana a lo largo de la historia, a pesar de las apariencias, hasta que fue
menguando e incluso desapareciendo debido a su
incompatibilidad con las economías de sociedades fuertemente jerarquizadas, militarizadas e imperialistas.
Economías mercantilistas en un principio y
posteriormente capitalistas.
Lo que resulta cierto es que algunas de estas comunidades
seguidoras de Jesús , aproximadamente medio siglo más tarde, empezaron a creer
en su resurrección y a esperar su
segunda venida lo que dio un sentido diferente (escatológico) a la propia organización
de la comunidad, incluida la puesta en común de bienes. No es lo mismo considerar la
fraternidad la mejor manera de funcionar desde el punto de vista social y
comunitario que hacerlo por temor a ser
juzgados negativamente al final de los tiempos. Por la misma razón cambió la conducta relacional entre los seguidores de
Jesús cuando pasaron a creer en el Mesías y posteriormente en la venida del Hijo de Dios o la
doctrina de la Santísima Trinidad, formulada ya por autoridades religiosas. (6)
La creencia en la divinidad de Jesús jerarquizó rígidamente a las
primeras comunidades cristianas introduciendo variaciones en el trato entre
sexos y, como hemos dicho, entre los creyentes en general. De hecho las únicas comunidades cristianas de vida en la actualidad, es decir que comparten
bienes, llamadas también órdenes monacales o religiosas son las privativas de
hombres y mujeres que necesitan de los votos explícitos de pobreza, castidad y
obediencia entre otros, lo que indica que
la fraternidad necesaria se entiende como algo externo, un mandato de
carácter religioso que no insiste ya en el
amor relacional como núcleo básico de la socialización humana.
En el caso del cristianismo, uno de
los elementos constitutivos para bien y para mal de la llamada cultura de Occidente,
se da la complejidad de haber convertido a un reo de la justicia romana, es
decir a una persona de carne y hueso acusado de transgredir la ley, en Dios. Como
dice el profesor Antonio Piñero Saenz (
1941…), profundo conocedor del proceso histórico de divinización de la figura de Jesús de
Nazaret, ello ha dado lugar a una teología
peculiar que se ha visto obligada a no separar conceptualmente el espíritu de
la materia y por tanto a considerar al amor como componente estructural de lo
social , rompiendo así la dualidad entre materia y espíritu, cuerpo y alma, que otras teologías no han tenido obstáculo
en proclamar. Por la misma razón, esta teología se ve obligada a hablar de
transformación del ser humano, de la sociedad y del mundo en su conjunto, en la
que la organización social en términos de poder y dominación constituye un
camino equivocado, erróneo, un contravalor abocado a un apocalipsis purificador,
a un caos transformador.
Una teología que proclama que Dios
padeció y murió en la cruz como sedicioso en manos de los poderosos de
este mundo siempre ha tenido y tendrá el germen de lo revolucionario. Así pues la cosmovisión del amor no consigue, hoy por hoy, ser totalmente anulada ni
por religiones al servicio del
poder, ni por el poder mismo con sus encarcelamientos o invasiones armadas. Es
por ello que casi todas se han visto obligadas a elaborar una
casuística seglar o teológica enormemente
confusa, necesitada de neologismos y cambios de significados en las palabras, para
ocultar el hecho de que su Dios fue ajusticiado por un poder que ellos mismos
encarnan y representan. Civilización, la occidental, sublime mientras mantuvo la cosmovisión del amor, pero
hoy, por desgracia, en decadencia.
La
cosmovisión del amor trasciende la religión con sus anatemas y al
estado con sus guerras de dominación y por ello conlleva conductas ajenas a
todo poder y sin embargo viables en un
mundo relacional humano. Más aún, son precisamente estas conductas las más acordes con la
biología, puesto que en ella la jerarquía
y la violencia aparecen subordinadas a
la necesaria atracción mutua y a la coordinación de las conductas con las de
sus semejantes con miras a una convivencia saludable y a una adaptación al
medio. Con más razón debe ser así en el caso de
la naturaleza humana que define a esta fuerza equilibradora del individuo y
aglutinante del grupo social como amor.
Equilibrio precario que se rompe en cuanto faltan en las relaciones humanas algunos de sus componentes fundamentales: la
justicia, la ayuda mutua, la capacidad
de compartir, el esfuerzo por la mejora de sí mismo y de los demás, la valentía en la búsqueda y proclamación de
la verdad, etc. El problema radica, como han hecho notar numerosos pensadores, cuando
este equilibrio biológico se rompe y la situación del ser humano no se asemeja
siquiera a la del mundo animal, pues la regresión no sigue un camino trazado previamente,
sino que se convierte en una serie de
saltos en el vacío entre los que se
incluye la posibilidad de extinción del ser humano tal como lo conocemos. (7)
Lo que queda demostrado en los textos sobre Jesús de Nazaret y su muerte en la cruz, es que el poder
establecido, el de la religión y el estado, no
tolera que existan relaciones sociales basadas en el amor, pues luchar por la justicia y la igualdad
equivale a porfiar contra ellos, buscar su desaparición.
La naturaleza humana está constreñida
por el poder de unos pocos de manera que muchos problemas que nos planteamos no
tienen solución en el contexto de esta sociedad
organizada en torno a contravalores.
Dice Mario
J. Saban, autor citado, que casi todos los
dichos e incluso discursos de
Jesús de Nazaret que aparecen en los evangelios están literalmente escritos con
textos de la Torá judía. Por otro lado, los
expertos hablan de la hipótesis de una fuente “Q” que daría razón de lo añadido en los evangelios de Lucas y Mateo que no aparece en
el evangelio de Marcos que es el más antiguo. Se podría llegar a pensar incluso
que la figura de Jesús de Nazaret es
completamente mítica de principio a fin. Y efectivamente lo es, pero no
precisamente en lo que respecta al personaje histórico sino a sus imágenes posteriores.
A los textos de la religión cristiana le
sucede lo que es común a muchos textos de la antigüedad, religiosos o
políticos, que la historia narrada ha sido construida a partir de máximas de
sabiduría previamente recopiladas, que al ponerlas en boca de alguien crean un personaje que a su vez se va enriqueciendo
con hechos y discursos relacionados con las sentencias iniciales. Los personajes, incluso cuando son deificados, en
cierta manera resultan secundarios.
Para nosotros, como hemos argumentado
desde el inicio, el hecho fundamental en el caso del rabino Jesús de Nazaret, así como de tantas otras
personas, mujeres y hombres a lo largo de la
historia, es que han sido condenadas como sediciosas, algo que sigue
ocurriendo en la actualidad precisamente por predicar la necesidad de un cambio
en la jerarquía de valores. Lo que puede
parecer tan abstracto o difícil: la cooperación, la ayuda mutua, el compartir bienes, la igualdad de manera que ningún ser humano pueda ser esclavo de otro ser
humano, ni siquiera pretendidamente superior, resulta algo fundamental a nuestra biología. El amor a los
semejantes y la búsqueda de la verdad, elementos constitutivos de la sociedad humana
presionan desde la biología y el inconsciente colectivo, prestos a sustituir
cualquier forma injusta de organización social
y por tanto destructora de lo humano, por unas relaciones acordes con la
libertad y la responsabilidad. Por eso los imperios y los estados aparecen como organizaciones sociales con fecha de
caducidad.
Cuando, como consecuencia de las
persecuciones decretadas por algunos emperadores romanos contra las comunidades de seguidores de Jesús de Nazaret,
y las posteriormente cristianas, migraron hacia los límites del imperio la cosmovisión
del amor fue aceptada con relativa facilidad por pueblos y naciones de fuera
del imperio, lo que significa que sus organizaciones sociales ya contaban con valores que se han presentado como propios de la religión.
Siendo más exacto decir que ésta venía ya contaminada por causa de su
asociación con los poderes establecidos.
La distorsión del mensaje de Jesús de Nazaret, como consecuencia de su proceso
de deificación, privó a muchos de lo que en un principio fue su verdadero
sentido: trabajar por un ser humano síntesis integral de libertad y responsabilidad.
La ética humana, por tener un carácter
intrínsecamente comunitario incluye, además de pensamientos, manifestaciones conductuales tales como trato
amoroso, excusión de odio a sus semejantes, capacidad por entregarse a los
demás, trato igualitario, valentía en la proclamación de lo que se considera
verdadero, etc… Es a su vez una lucha por la supervivencia de la
humanidad, y es desde esta perspectiva
que hay que elaborar las estrategias para conseguir los cambios necesarios.
La capacidad del ser humano de crear relatos mediante el lenguaje lo hace
responsable de incidir en su mundo relacional
de manera que llegue a hacer el bien
y a practicar el amor.
Rafael
Rodrigo Navarro
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1)Rabí Hillel, el Anciano: (70ac-10dc) Fariseo, conocedor de la Tora y los profetas quien enseñaba en las
sinagogas del primer siglo: Creía que había que vivir justamente, con
honestidad y humildad, y tratar al prójimo con piedad y compasión, no
importando qué tipo de gobierno estuviera presente. “Como quieras que hagan las
personas contigo, así haz tu con ellos”. Su filosofía se resumía en tres
cuestiones simples: Si no me ocupo de mí mismo, ¿Quién lo hará?, Si me ocupo
sólo de mí mismo, ¿Quién soy, Si ahora no es buen momento, ¿Cuándo lo será? Según la historia, Hillel
nació en una familia rica, pero desde joven hizo voto de pobreza. Revolucionó
la sociedad diciendo que no había que ser sacerdote para comunicarse con Dios.
Mientras muchos creían en jerarquías
para acercarse a Dios, él creía que con sólo estudiar uaba más con Hillel, por eso
muchas de sus enseñanzas se asemejaban más a éste, sin embargo en otros temas
sus enseñanzas eran radicales como las de Shamai. Yeshua no podía ser
identificado directamente con ninguno de los dos, en muchos aspectos en la
interpretación de la Torá fue original. (Escrito por Raúl E.
Rivera para CDV Team)
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(2) Saduceos, también conocidos como zadokitas,
son los descendientes del Sumo Sacerdote Sadoq, de la época
de Salomó. El nombre de Sadoq significa «justicia» o
«rectitud», eran un grupo
belicoso, cuyos seguidores eran ricos y poderosos, y que les consideraba
groseros en sus interacciones sociales. Sabemos también algo de ellos por
discusiones en el Talmud, el corazón del Judaísmo rabínico, fundamentado en enseñanzas del Judaísmo farisaico.
Zelotes o zelotas: movimiento político-nacionalista en el siglo I, fundado por Judas el Galileo. Fueron la facción más violenta del judaísmo de su época. Se enfrentaron frecuentemente a otras facciones como los fariseos o saduceos. Su objetivo era una Judea independiente del Imperio romano mediante la lucha armada tal y como sucedió en la primera guerra judeo-romana del 66-73 durante la cual controlaron Jerusalén hasta que la ciudad fue tomada por los romanos, que destruyeron el Templo y tres años más tarde ocuparon la fortaleza de Masada, el último refugio zelote, tras el suicidio de sus defensores. En el Nuevo Testamento es conocido el capítulo en el que la libertad de Barrabás, un líder zelota preso, es preferida por una muchedumbre a la de Jesús de Nazaret. Se ha especulado sobre si Judas Iscariote y Simón apodado el Zelota provenían de este movimiento e incluso si Jesús simpatizaba o no con ellos.
Zelotes o zelotas: movimiento político-nacionalista en el siglo I, fundado por Judas el Galileo. Fueron la facción más violenta del judaísmo de su época. Se enfrentaron frecuentemente a otras facciones como los fariseos o saduceos. Su objetivo era una Judea independiente del Imperio romano mediante la lucha armada tal y como sucedió en la primera guerra judeo-romana del 66-73 durante la cual controlaron Jerusalén hasta que la ciudad fue tomada por los romanos, que destruyeron el Templo y tres años más tarde ocuparon la fortaleza de Masada, el último refugio zelote, tras el suicidio de sus defensores. En el Nuevo Testamento es conocido el capítulo en el que la libertad de Barrabás, un líder zelota preso, es preferida por una muchedumbre a la de Jesús de Nazaret. Se ha especulado sobre si Judas Iscariote y Simón apodado el Zelota provenían de este movimiento e incluso si Jesús simpatizaba o no con ellos.
Los esenios eran
miembros de una secta judía establecida probablemente desde mediados
del siglo II a.C. y cuya existencia hasta el siglo I stá documentada por distintas fuentes. Sus
antecedentes inmediatos podrían estar en el movimiento hasideo de la época de la dominación seleúcida (197 a
142 a. C.). Tras la Revuelta Macabea cuyos resultados finales no compartieron, se retiraron al
desierto para preparar el camino del
Señor, bajo el mando de un nuevo líder, el Maestro de Justicia. A los que
hacían el juramento y entraban en la comunidad se les exigía una vida entera de
estudio de la Ley, humildad y disciplina. No volvían a jurar, pues estaban
obligados a decir siempre la verdad. Sus bienes pasaban a ser parte de toda la
comunidad y, al igual que los frutos del trabajo personal, se distribuían según
las necesidades de cada uno, dejando una parte para auxiliar a pobres, viudas,
huérfanos, mujeres solteras de edad, desempleados, forasteros y esclavos
fugitivos que, sin ser integrantes de la comunidad, requirieran ayuda. Se
imponía también la observancia de un estricto código de disciplina, cuya base
era la corrección fraterna mutua. Sus
seguidores marcharon a Qumrán , que los integrantes de la comunidad llamaron
Damasco. La arqueología muestra que la ocupación de Qumrán fue intensa
del 103 al 76 a.C. , durante los reinados
de Aristóbulo y Alejandro Janeo, quienes persiguieron
cruelmente a sus opositores. El esenismo no se limitó a Qumrán. Se sabe que en el siglo I en Jerusalén
había un barrio esenio. Muchos esenios, unos
4000 según Flavio Josefo, vivían en las ciudades de una forma particular, pacifista, en comunidad
de bienes, manifestando su doctrina. Según este autor, parte de los esenios no
se casaban, pero otros por el contrario sí lo hacían.
Fuente: https://es.wikipedia.orgs
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(3) Parece cierto, aunque no algo central en nuestra argumentación, que Jesús, el nazareno según la terminología de sus primeros seguidores, murió en la cruz relativamente joven, sin descendencia. Aunque Mario J. Saban en su libro “El Judaísmo de Jesús “afirma que los rabinos de Israel en aquel tiempo se casaban de manera preceptiva. Así pues carecemos de explicaciones sobre su posible celibato (o viudedad). De hecho si fuera cierta la tesis de que Jesús provenía de una comunidad esenia, el celibato de Jesús sería la opción más probable. OBRA: “EL JUDAISMO DE JESÚS” por MARIO JAVIER SABAN ISBN 978-987-23603-4-4 Buenos Aires 2008
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4) El arresto de Jesús. Mt. 26. 1-5 Lc. 22. 1-2 1. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo». Mt. 26. 47-56, Lc. 22. 47-53, Jn. 18. 2-11. Jesús les dijo: «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre vosotros enseñando en el Templo y no me arrestaron”.
Antonio Piñero, autor citado, parece llegar a la conclusión de que Jesús de Nazaret, si bien no fue una persona violenta, partidaria de las armas, sino un rabino pacífico predicador de la liberación del pueblo judío, sí fue un dogmático en lo que se refería a que Israel era el pueblo elegido y que el resto de los habitantes de la Tierra debían convertirse al judaísmo para poder formar parte del Reino de Dios. De ahí el continuo debate del primer siglo sobre cómo entender el cristianismo para los gentiles.
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4) El arresto de Jesús. Mt. 26. 1-5 Lc. 22. 1-2 1. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían: «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo». Mt. 26. 47-56, Lc. 22. 47-53, Jn. 18. 2-11. Jesús les dijo: «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre vosotros enseñando en el Templo y no me arrestaron”.
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(5) Tal
como narran los Hechos de los Apóstoles la
persecución que sufre Pablo de Tarso al predicar el evangelio es de algún modo
semejante a la persecución sufrida por su inspirador Jesús de Nazaret. Pero en
realidad Pablo predica algo nuevo: un Jesucristo resucitado y una organización
religiosa de carácter eclesial, lo que no hace el primero, si bien ambos
insisten en la necesidad de no obedecer sino a las leyes de Dios, compartir
bienes y recurrir a la ayuda mutua entre los miembros de sus comunidades. Ambos
se apoyan en ideas en cierto modo revolucionarias, basadas en una jerarquía de
valores diferente a las que regían las relaciones entre seres humanos en el Imperio
Romano, las cuales se abrieron paso en Europa a lo largo de la Alta Edad Media con resultado, según el
pensador Félix Rodrigo Mora, realmente innovador: el de la abolición entre
otros cambios importantes, del concepto de esclavitud.
Ambos crearon un conflicto al poder político, religioso y militar establecido;
pero mientras Jesús, a partir del
judaísmo, insiste en la
cosmovisión del amor y la necesidad de
vivir en comunidad de bienes, Pablo y también su coetáneo Lucas el
evangelista, como consecuencia del
proceso de divinización de Jesús, predican la necesidad de obedecer a Dios y vivir según los preceptos de una eclesía,
presidida por quienes interpretan su voluntad. El caso es que en esta
segunda concepción, al describir el trato recibido de Jesús de Nazaret se
filtra un sentimiento antijudío que carga las tintas en la responsabilidad
y culpabilidad del poder político y religioso judío (pasa a ser de un pueblo elegido a un
pueblo deicida), mientras reduce significativamente la responsabilidad del Imperio Romano en estos hechos.
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(6) Los
evangelios encierran ya una teología. Lo mismo podemos decir del resto de los
escritos del Nuevo Testamento, incluido el Apocalipsis. Al proponer un Jesucristo resucitado, creencia
por otro lado sustentada a su vez en las
creencias farisea y esenia sobre la
resurrección de los muertos, frente a los saduceos, la figura del rabino Jesús
de Nazaret sufre una metamorfosis radical pues de ser un hombre, incluso un
profeta o un mesías liberador, pasa a ser Hijo
de Dios. A pesar de todo, la religión cristiana mantuvo durante algún tiempo algunos de los aspectos
revolucionarios de la cosmovisión del amor, lo que indica a su vez, la imperiosa
necesidad que tenemos los seres humanos de interpretaciones de la realidad que
resulten globales, holistas, es decir, que
hablen tanto a su inteligencia como a su psique y a la vez a su
espíritu. La cosmovisión del amor es una visión en este sentido global que subordina
la confrontación, sin negarla, a la
convivencia amorosa con la práctica de
todos aquellos aspectos enumerados en el
presente escrito como integradores del
concepto del amor.
(7) Humberto Maturana y Francisco Varela: “De Máquinas y seres vivos:
Autopoiesis organización de lo vivo”, Ed. Lumen 2003.
Estos autores explican la existencia del ser vivo como el resultado de una fuerza sistémica de
carácter universal que une componentes,
por diferentes caminos, dando paso a lo vivo con sus respetivas estructuras
determinantes y determinadas. En el caso de los seres vivos se da lo que
ellos llaman la autopoiesis, es
decir la autocreación continua, en el interior de una estructura
determinada, de manera que los
componentes primeros son modificados de manera continua ya que el resultado
total es mayor que la suma de las partes lo que incide a su vez de forma
recursiva sobre aquellos A su vez cada
nueva estructura sistémica transforma el medio en un doble sentido:
porque se separa del mismo y porque aparecen nuevas interrelaciones tanto entre
los elementos que componen su sistema
como entre los sistemas ya existentes y estos y los nuevos creados a su vez a partir de las
disociaciones.
En
su visión de lo que es la vida, las relaciones que aparecen entre los
componentes de la materia viva y entre
las estructuras determinadas o
sistémicas de seres vivos, son
fundamentales a la hora de explicar la vida que existe o pueda existir.
Pero lo más sorprendente de todo es que cuando extrapolan sus conocimientos
biológicos sobre las estructuras moleculares, las reacciones tanto internas
como externas de los organismos vivos, las relaciones de los componentes en el interior de una estructura dando lugar a
su sociabilidad no dudan en calificarlas de amorosas.
Y esto porque sólo las relaciones amorosas, por tanto las relaciones humanas,
se basan en dos principios fundamentales para la biología; la libertad y la determinación en forma de responsabilidad.
La consecuencia de la interacción entre estas dos fuerzas es una transformación
integradora permanente de los seres vivos y por tanto de los seres humanos. Autopoiesis, según el neologismo acuñado
por los autores.
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