SEXO Y NATALIDAD EN LA ACTUAL
SOCIEDAD HUMANA
Reflexiones a partir del libro del Félix Rodrigo Mora: Erótica creadora de vida. Propuestas ante
la crisis demográfica
Preguntémonos que está ocurriendo en la sociedad actual con la sexualidad y la natalidad, funciones estrechamente relacionadas, pero no idénticas. Por desgracia, ni la una ni la otra tienen ya que ver con un normal desenlace de la conducta humana ya que, por desgracia, los importantes principios del amor y de la libertad individual y colectiva brillan por su ausencia. Efectivamente, como consecuencia de que el interés económico y la acumulación de poder ocupan un lugar preeminente en su escala de valores, tanto la sexualidad masculina como la femenina hace tiempo que dejaron de ser libres. Otro tanto ocurre con la disposición a tener hijos, es decir, con la libre opción por la natalidad.
Si el amor y la libertad van juntos, basta que no haya uno para que tampoco exista la otra y viceversa. Esto hace difícil entender que, sin estas dos realidades, la libertad y el amor, la sexualidad ejerce un condicionamiento esclavizador, lo que no favorece el deseo de ser padres ni, consecuentemente, que la natalidad devenga libre y amorosa. Es lo que está ocurriendo en la jerárquica y desigual sociedad de la dominación en la que vivimos, ya que, sin relaciones libres y amorosas, incompatibles con las relaciones de poder, la natalidad entra en un callejón sin salida. El amor desaparece como por arte de magia cuando no ocupa el primer lugar en la escala de valores y en la convivencia de una sociedad de seres humanos.
En una
sociedad que se precie de humana, lo individual ha de ser compatible con lo
social y viceversa. En esto consiste la libertad. No puede faltar ni lo uno, el individuo, ni
lo otro, la relación social que, como hemos comentado, encuentra su cabal
acoplamiento en lo que llamamos la relación amorosa.
Si destruimos
la libertad acabamos formando sociedades sin individualidades que se precien,
sino masificaciones, “rebaños” que necesitan de “pastores” y viceversa. No
debería existir sociedad que se precie de humana, que vaya contra la libertad
individual pues de lo contrario nunca alcanzará a ser una relación social
adecuada. Consecuentemente la utilización de la palabra libertad por parte de
líderes políticos que dan por válida una sociedad injusta y fuertemente
jerarquizada, responde únicamente a una estrategia de poder, en la práctica un
concepto vacío.
En sociedades
mal estructuradas, como la actual y en general todas aquellas que han estado
históricamente organizadas en torno al principio de la propiedad privada absoluta
de la tierra, de la destrucción de la gestión del comunal, sin límites en lo
individual (capitalismo) o en lo colectivo (comunismo), es decir, en torno a la
acumulación de dinero y poder, la libertad no existe ni es posible la relación
amorosa y por tanto una natalidad adecuada. Hablamos, por tanto, de la necesidad de
acometer cambios profundos en la organización de la sociedad. Lo contrario es
engaño.
En el marco de
lo natural, en una sociedad en equilibrio, autogestionada y respetuosa con la
individualidad de cada uno de sus miembros, sociedad de una variabilidad casi inabarcable,
la libertad sexual, así como las decisiones respecto al número de vástagos,
niños y niñas, tanto a nivel personal como colectivo, han de ser flexibles. La norma
debe ser que no haya normas absolutas. Si
no se experimenta qué es el amor en una relación, no se entiende lo dicho. En
una sociedad estado-capitalista, como la actual, el problema de la natalidad, y
consecuentemente la continuidad de la especie, se ha convertido en un asunto
paranoico. Efectivamente una minoría acaparadora
de dinero y de poder, fuertemente armada, totalmente ajena a las relaciones
amorosas entres seres humanos, trata de dictar en qué circunstancias y de qué manera
debe darse la procreación.
El estado-capitalismo
aboca a un colapso natalicio y por tanto civilizatorio por varios motivos. En
primer lugar, porque se basa en una organización social, en la actualidad de
alcance mundial, de carácter desigual, violenta, destructora del individuo y
por tanto incapaz de crear la armonía mínima que haga posible la natalidad. En
segundo lugar, porque al no haber límite a la acumulación de dinero y poder ha
creado dirigentes psicópatas que llegan a creer que las actuaciones que
propician en el campo de la natalidad y por tanto en la organización de la
sociedad son las únicas, cuando en realidad son las únicas posibles para el
mantenimiento del poder.
Estas
minorías poderosas, que, por supuesto, se extralimitan en sus funciones,
fenómeno que afecta tanto a Europa como al resto del mundo, con su enfoque en
torno a las relaciones sexuales de carácter interpersonal, imponen “planes de
natalidad” sui géneris, muchos de ellos ocultos (por algo será) que, a su vez, se
ven en la necesidad de modificar constantemente dada la dificultad de su proceder,
claramente antinatural. Como dice Felix
Rodrigo Mora, se llega a la extravagante conclusión, al pensar
exclusivamente en términos de superpoblación, de que la estructura familiar es
contraria al futuro de la Humanidad.
Las formas de
sexualidad patrocinadas desde el poder y el desenfoque que proyectan en torno al
fenómeno de la natalidad son consecuencia directa de confundir a los seres
humanos con máquinas al servicio de la producción. Para ello, no se duda en
buscar falsos culpables de la debacle en la que nos hemos instalado desde hace
tiempo. En el siglo en que vivimos le ha tocado el “sambenito” al varón (en
siglos pasados a la mujer), que recibe así el pomposo calificativo de
“patriarca” (1), desviando la atención del verdadero problema de la dominación
del ser humano por razón de la falta de límistes en la acumulación de poder y dinero,
como venimos explicando.
Es evidente
que la concepción y el embarazo, la maternidad, resulta parte integrante,
aunque no necesaria o exclusiva, de la sexualidad femenina (como ocurre
igualmente con la paternidad y la sexualidad masculina). Cuando se produce un embarazo, cambia la manera de ser y de vivir de
quienes asumen la responsabilidad de la maternidad y la paternidad, por el hecho
de que ha venido al mundo un nuevo ser humano.
El problema
surge cuando la sociedad, con su organización orientada al llamado máximo
rendimiento económico en la producción, impide aquellos cambios que,
tras la concepción, se dan de forma natural en el entorno de la persona
gestante (algo semejante ocurre en los animales), orientados al mejor
alumbramiento y posterior crianza de los neonatos. No digamos ya cuando esas
necesarias atenciones a la maternidad se dejan de realizar por ser consideradas
“discriminatorias”, “esclavistas” y “machistas” para con las mujeres, lo que
hace patente la confusión de la que hablamos y en la que estamos inmersos. El embarazo
y la maternidad, también la paternidad, dejan de sustentarse en una manera de
entender las relaciones humanas que puede ser calificada de óptima, amorosa,
para acabar disociadas de la sexualidad. El resultado es lo que vemos a diario:
personalidades enfrentadas que, en lugar de tener en la sexualidad, en la concepción
y en la crianza de los hijos, la oportunidad de encontrarse en el amor,
enferman psicosomáticamente. En la práctica, el acto de reproducirse se ha
convertido en una prohibición. El deseo de convertirse en madres/padres está siendo
sutilmente reprimido. O bien, cuando conviene, proclamada la prohibición explícita
desde el poder, lo que indica a las claras la carencia de libertad y el error.
A la penalización
en lo laboral por el embarazo, aunque se afirme lo contrario, se añade el
carecer de una filosofía y un entorno adecuado a este fin, en que la ayuda a
los progenitores surja de manera natural y complementaria, como ha ocurrido
tradicionalmente. Así pues, la carencia
de este planteamiento, que debería constituir la base de la economía familiar entre
progenitores con hijos en edad de crianza, por un lado, y la falta de complementariedad
entre sociedad y madres gestantes, por otro, reduce de manera drástica las
posibilidades de reproducirse en la actualidad.
A esto se añade la patente contradicción entre el reconocimiento explícito,
en lo que se llaman normas laborales, del derecho de ambos sexos a estar con
los recién nacidos y la observable pérdida de puestos de trabajo tanto en el
caso de aquellas mujeres que han llegado a ser madres, como de los varones que
tienen nueva descendencia.
Por otro lado,
se establece como liberación de la mujer que ésta salga a trabajar, lo que
parece lógico pues se convierte en sujeto activo que obtiene y aporta recursos
económicos a la familia, pero en la práctica no lo es, ya que el tipo trabajo,
asalariado, propio del capitalismo, constituye una nueva forma de esclavitud. ¿Dónde
está por tanto la cacareada liberación de la mujer o la, ni siquiera tenida en
consideración, libertad del varón?
En la
sociedad europea actual parece existir ventaja reproductiva en aquellas familias
en que la mujer no sale a trabajar, a pesar de contar con menos ingresos. Opción
seguida todavía por culturas varias, mayoritariamente de inmigrantes. La
función reproductiva debe apoyarse en la libertad de la persona humana, de la
mujer y del hombre, por tanto, debe darse al margen de cualquier consideración
política que busque el mayor rendimiento económico posible de personas en edad
de producir, dejando al margen otras consideraciones humanas.
Se produce de
esta manera un dilema de difícil solución.
O bien desaparece la actual organización capitalista como consecuencia
de que se está llevando la reproducción humana, la natalidad, a un callejón sin
salida; o bien este capitalismo, en su intento de sobrevivir, acaba destruyendo
lo que queda de las relaciones propiamente humanas, y con ello el equilibrio en
la Naturaleza. Cabe una tercera opción, que parece es la que se está imponiendo,
consistente en alargar, mediante un alarde tecnológico, la agonía del actual
sistema capitalista.
El hecho de
que sean precisamente los inmigrantes, miembros de culturas foráneas, los que
aportan mayor descendencia al territorio al que acuden, como es el caso de
Europa, conlleva escenarios sociopolíticos indeseables y conflictivos, con las
consiguientes repercusiones sobre la lengua, la cultura y las relaciones
sociales en general. No se trata de una afirmación que pueda ser tildada de
xenófoba, simplemente muestra la contradicción que significa procrear al margen
de un planteamiento verdaderamente humano, libre y amoroso. Por el contrario,
en el marco de un capitalismo donde la procreación y la natalidad son
entendidas como mano de obra barata en el marco de la esclavitud salarial, no
sólo está presente la xenofobia sino la total manipulación y destrucción de los
seres humanos en su totalidad. Sin el
libre juego del amor no puede haber la necesaria natalidad, a no ser que, como
expresan algunos analistas cuando hablan del futuro de la humanidad, el ser
humano acabe procreando de manera artificial, en un marco casi exclusivamente
tecnológico, sin amor, al margen de lo natural. La sociedad a la que daría
forma, no podría ser calificadas de humana, donde el amor y la libertad son
componentes básicos.
En Europa, los
cargos directivos en empresas y organismos oficiales, incompatibles con la
reproducción humana y la crianza de los hijos, son ocupados mayoritariamente
por mujeres y hombres europeos, gente autóctona que tiene asumido que no tendrá
descendencia. Sabemos que se llega a valorar de manera “positiva”, en las
entrevistas laborales, intervenciones quirúrgicas varias de las y los
aspirantes que muestren la imposibilidad de poder llegar a formar una familia,
con descendencia propia. Este tipo de
actuaciones forman parte de políticas a las que no importan la desaparición de culturas
autóctonas de alto valor convivencial. Una gran pérdida, ya que estas culturas
se construyeron en Europa sobre la base del respeto a la individualidad frente
al gregarismo social, aprecio de la organización asamblearia de base que hizo posible
la democracia directa y desarrollo de economías de carácter mixto entre la
iniciativa individual y la colectiva, con presencia del comunal (lo comunal) de
larga tradición en territorios de la península ibérica, desde el siglo V, como explica
Felix Rodrigo Mora (FRM).
De haberse
conservado en Europa estas organizaciones propias de la cultura popular, estaríamos
lejos de la actual decadencia humana del tardío estado-capitalismo. El sistema político, militar y económico de
Europa y el mundo en general, puede alargarse en el tiempo, o caer rápida y
estrepitosamente, pero inevitablemente está abocado a un final.
Parece ser
que el pensamiento en las clases dominantes, que han hecho suyo, es que existe
un exceso de población en el planeta y que hay que corregir esta situación sea
como sea, pues está acabando con los recursos naturales. Estas afirmaciones
deben ser matizadas puesto que no es el exceso de población en sí, sino la
manera como está organizada la humanidad, su situación política y económica,
con sus correspondientes Estados y megaciudades, y en consecuencia cómo hacemos
uso de esos recursos naturales, lo que nos está abocando a un final
catastrófico.
La estructura
estado-capitalista ha acabado por imponerse en casi todo el mundo, tras un
largo periodo de destrucción de organizaciones político-sociales de carácter
popular de todo tipo, algunas de las cuales todavía existen, eso sí, sin apenas
voz, en los más diversos lugares de nuestro planeta, las cuales, entre otras cosas, regulan
tanto la natalidad en su interior, como la correcta utilización de los recursos
naturales en el exterior. Es la necesidad de sobrevivir del propio estado-capitalista
la que lleva al actual planteamiento sin salida de la natalidad. Por el
contrario, las naciones sin Estado, que han
sido y son capaces de compartir territorios y colaborar entre ellas, han regulado su natalidad y la han adaptado
a los recursos de los que han podido disponer en sus territorios. La raíz indoeuropea (gn), presente en el concepto y la palabra nación, cuyos primeros significados
tuvieron que ver con los de parir, dar a luz, procrear o hacer crecer una
semilla, se asoció posteriormente, como en el caso del latín, al significado de
nacimiento, origen, comunidad humana o pueblo. Nada que ver con los conceptos de
Imperio, más recientemente Estado, asociados al vocablo. En la actualidad, siguiendo una vez más
estrategias de manipulación lingüística (neo-lengua), se identifica Estado y
Nación; pero ambos conceptos han sido históricamente diferentes e incluso excluyentes.
Por ello es
deseable y necesario la transformación del Estado, mediante una revolución integral, en naciones, sociedades libres,
capaces de colaborar de nuevo entre ellas y posibilitar relaciones fraternales
entre los pueblos que las forman. Si una nación se estataliza y establece como
exclusivo un territorio, a la larga firma su sentencia de muerte, a pesar de
que haya conquistado, extralimitándose, territorios ajenos, y entre en un anquilosamiento
que pueda durar tiempo. Los Imperios y los Estados, por la razón
expuesta de convertir su territorio en exclusivo, manu militari, han
dificultado desde siempre las relaciones convivenciales entre los pueblos y los
seres humanos en general; también el comercio y otras actividades de carácter
social importantes para la supervivencia de los humanos. Es por ello que su
historia es la de la guerra permanente, entre otras razones porque son
incapaces de gestionar el reparto de aquellos bienes esenciales e
indispensables para ellos, pero también para el resto de seres humanos.
Con la
drástica caída de la natalidad en los últimos lustros en Europa la carencia de
recursos humanos autóctonos en cada uno de los países que la forman para mantener
el actual estado de cosas capitalista, es ya evidente y todavía se hará más
patente en un futuro no muy lejano. Todo el mundo sabe que, si no ha ocurrido
ya, es debido a la inmigración. Pero ésta tiene fecha de caducidad, pues la
caída drástica de la natalidad está extendiéndose con cierta rapidez a todo el
planeta, siendo posiblemente África el último recurso. La organización europea en Estados impide una
reacción apropiada para evitar la desaparición de Europa como entidad política y
cultural propia y diferenciada. Una vez más, aparece la libertad como el
instrumento necesario para la supervivencia, no sólo de individuos sino también
de pueblos y naciones.
En el caso de
Europa, que no es diferente del que se plantea en otras partes del mundo, su
actual construcción a partir de Estados aboca a la formación de un Estado Único, es decir, una dictadura
de carácter militar que abarque todo su territorio.
Lo mismo
ocurre con la actual Sociedad de Naciones, la
ONU, que no es viable precisamente por estar constituida por Estados, lo
que constituye un premeditado engaño, el utilizar como sinónimos los conceptos
de Nación y Estado. En cualquier caso, también está orientada, a pesar de sus
proclamas, a una concentración de poder dictatorial con el establecimiento y
desarrollo de diferentes organizaciones supraestatales que todos conocemos.
Sirva como
ejemplo de toda esta confusión el caso catalán. Pero aquellos que piensan en
términos de creación de un nuevo Estado dentro de la Unión Europea (UE) se
equivocan rotundamente, pues, como hemos comentado, la actual UE, formada por Estados,
sólo es posible mantenerla con mayores cotas de dominación y pérdida de libertades.
Sin embargo, ésta parece ser la opción, por falta de otras miras, a la que
aspira la mayor parte de los actuales dirigentes políticos independentistas de
la sociedad catalana.
Una segunda
opción, hoy por hoy minoritaria, dirige sus esfuerzos a crear una Europa de los
Pueblos (EdP) en la que tendrían lugar los pueblos/naciones europeas todavía existentes,
pero eso debería ocurrir sin los Estados. De hecho, ya fue planteada, y por supuesto
abortada, cuando se abordó la creación de la actual Unión Europea. Se trata de
algo ajeno al actual sistema estado-capitalista que, como ya hemos comentado,
intenta crear un Estado único, paneuropeo.
La tercera
opción, aunque muy minoritariamente considerada, de la independencia de Cataluña
tanto del Estado español como de la Unión Europea, tampoco parece probable, más
aun teniendo en cuenta su natalidad, una de las más bajas del mundo, y que el
recurso a la inmigración tiene los días contados. En realidad, cualquier
intento de diferenciar lo catalán, mantener su identidad como pueblo/nación,
sin hacer desaparecer el actual marco del estado-capitalismo resulta un
imposible, como ha ocurrido y ocurre con otras naciones existentes en Europa y
otras partes del mundo.
Lo cierto es
que esta caída de la natalidad en general, precipitada a su vez con
manipulaciones tales como las que se están dando en el presente con todo lo
referente a la “pandemia del coronavirus”, presagia uno de los finales
civilizatorios más indeseables, el de una larga confrontación, entre los
Estados por los recursos humanos desde el exterior, ya que en general los
países ricos, cada vez más, carecen de los mismos.
Sólo una revolución de carácter integral que
ponga fin a la existencia de los Estados, puede dar paso a la libertad de
pueblos o naciones, pero también a la supervivencia de la especie humana en
general. Como afirma FRM, debido a
la caída drástica de la natalidad, el porvenir de la Humanidad tiene varias
opciones. La primera de ellas, la creación de sociedades inhumanas)descritas
por diferentes autores (2), En segundo lugar, una posible nueva guerra mundial en la constante dominación de unos Estados sobre otros en
busca de recursos escasos, entre ellos la mano de obra humana. Y como tercera
opción, una verdadera Transformación
Integral del ser humano, una
revolución que ponga fin al actual estado de cosas que, como ocurrió con el
colapso final del Imperio Romano, dé paso a nuevas realidades de carácter político
y social, en este caso nuevas organizaciones de pueblos libres que se rijan por
democracia directa, asamblearia, y gestionen y compartan adecuadamente sus territorios
evitando así la continuidad del militarismo.
Se trata no
sólo de acabar con los Estados, sino de evitar su aparición de nuevo, como desgraciadamente
ocurrió al final de la Alta Edad Media, cuando con su crecimiento dieron al
traste con la existencia de sociedades libres formadas en el interior y los
límites del decadente Imperio Romano.
El intento de
mantener la actual organización de la Humanidad en Estados es algo incompatible
con la posibilidad de tener un número apropiado de habitantes sobre el planeta
Tierra. Han sido los pueblos autogestionados, independientes, comunidades
humanas autónomas dueñas de su propia natalidad quienes han hecho esto posible
en los territorios donde se han ubicado a lo largo de la Historia. Se trata del
modelo a seguir en una nueva organización de lo político y lo social, aunque no
copiando de forma rígida modelos anteriores, puesto que la distancia que nos
separa de ellos en el tiempo es importante y las circunstancias diferentes,
pero siguiendo aquellas orientaciones que hemos comentado, para la creación de una
democracia de base, popular, asamblearia y directa.
El actual estado-capitalismo,
definitivamente, ha puesto las bases para el grave colapso natalicio que se
avecina, lo que a su vez augura su final. Un sistema que ha llegado a ser profundamente
inhumano, gobernado a nivel mundial por organizaciones tales como la ONU, el
FMI, la OMS, el BM, etc., así como por demenciales alianzas militares. El ser
humano actual está organizado según leyes ajenas a la propia Naturaleza. En
consecuencia, dado que se trata de la única solución que se atisba en el
horizonte, debemos todos, mujeres y hombres, trabajar en una transformación revolucionaria global de
la actual realidad política y social, dejando al margen reformas parciales que
no conducen a nada. El problema que se
nos plantea en la actual sociedad desigual y esquizofrénica, gira en torno a
nuestra capacidad e inteligencia para hacer este cambio revolucionario sin que se
provoque un cataclismo de consecuencias irreparables. No es difícil observar, a
pesar de los numerosos intentos por esconderlo, en el momento presente, una escalada
militarista aberrante, irracional, absurda, abocada a un final sin fin, valga
el juego de palabras, así como a la acumulación de poder todavía más
estremecedora e inhumana. Un caos.
Hay que tener
en cuenta, además, que resulta muy difícil de interpretar el verdadero valor
para el ser humano, en lo particular y en lo social, de todas y cada una de las
tecnologías creadas en el actual marco de la sociedad de la dominación. La creencia
de que el desarrollo de la ciencia y la tecnología nos salvará, resulta falsa. De
hecho, la ciencia y la tecnología se pueden sustentar y desarrollar sobre
cualquier escala de valores. Pero
nosotros buscamos una escala de valores que fundamente una sociedad en la que
sus miembros, para sobrevivir, no tengan que renunciar a ese sentimiento tan
básico como es el AMOR.
RAFAEL RODRIGO NAVARRO 2021
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(1) (1) No es algo nuevo lo que ocurre con la palabra “Patriarcado”. Resulta a todas luces infantil utilizar conceptos del pasado, cambiando su significado, algo propio de cualquier “neolengua” que se precie, con miras al mantenimiento del poder. Se obvia y desvía la atención sobre el verdadero problema consistente en que una minoría, de ambos sexos y cualquier raza, nos manipule a través de los medios de comunicación de su exclusiva propiedad. Como seres humanos dotados de inteligencia tenemos la obligación de no colaborar con quienes, con este tipo de engaños, tratan de perpetuar la sociedad de la dominación.
El concepto “patriarcal” se presta a desviar la atención sobre quienes realmente en la actualidad son responsables del abuso de poder: una clase dominante de hombres y mujeres en torno a la estructura del Estado. Un problema desenfocado se convierte en irresoluble. Hablar en términos absolutos de mujeres u hombres, de negros o blancos, calificar a las personas por el sexo o la raza, se convierte en una falacia de nefastas consecuencias. Definitivamente, estamos ante una estrategia de confusión a través de lenguaje. Un claro ejemplo, la Ley Integral sobre la Violencia de Género que se aplica en España es de carácter totalitario, injusta, discriminatoria y antiética, causante de un mal social inmenso, entre ellos el incremento en muerte de mujeres. Legislación que han evitado otros países de nuestro entorno europeo, lo que no quiere decir que en esos países no se estén utilizando estratagemas varias para manipular el concepto de lo individual y social, en este y otros temas.
Al estar los medios de comunicación casi en su totalidad en manos de minorías poderhabientes, una “neolengua” con sus cambios de significantes y significados adquiere dimensiones espeluznantes.
(2 (2) ES probable que a finales de éste siglo o a inicios del próximo siglo XXII se produzca, si no lo evita una revolución integral transformadora de la sociedad humana, una natalidad tecnologizada y separada de la estructura familiar. Algo que atisbó A. Huxley en su libro: Un mundo Feliz, o George Orwell en “1984”, pero también, como expone hoy día con claridad y directamente Félix Rodrigo Mora en su obra “El poder y triunfo del Estado” y el libro que comentamos. Lo que se muestra aquí es el desvarío del ser humano, cuando pretende sustituir a la Naturaleza. Un aviso más de los muchos que se están dando en la actualidad por parte de otros muchos pensadores.
Nos situamos cada vez
más lejos de los 2.1 hijos que se necesita para el mantenimiento de la
población y , conforme a las genocidas políticas gubernamentales implementadas
por la izquierda y la derecha, nos dirigimos hacia los cero nacimientos en sólo
10 años, exactamente a los 0,1/00 hijos por mujer, lo que es un exterminio
total, algo espantoso. (ECV.PACD pág. 15)
La ocultación de los
datos y de realidades categóricas es un procedimiento habitual (EVC.PACD pág.18)
La soberanía demográfica
es hoy una parte decisiva de la soberanía popular de cada pueblo y cada
país. Los países del Norte han de
autoabastecerse de mano de obra, sin sustraerla al Sur. (EVC.PACD pág. 27)
Sólo en un segundo
momento, cuando ya no queden en todo el planeta personas suficientes a las que
rapiñar, pasarían a promover la natalidad interior con granjas de crianza de
seres ¿humanos? en las que cientos de mujeres esclavas serán inseminadas cada
año para parir criaturas aparentemente humanas, pero en realidad monstruos dignos
de compasión (EVC-PACD pág. 28) EV
Hay experiencias
históricas probatorias de que por sí mismos los pueblos se autorregulan
demográficamente sin incurrir en excesos ni en déficits. (EVC-PACD pág. 29)
La recuperación de una
fertilidad social pujante, que impida el fallecimiento prematuro (el exterminio
de facto) en condiciones aterradoras de cientos e incluso de miles de millones
de personas (probablemente de unos 7000 millones) durante lo que queda de siglo
en todo el planeta, tiene que ser un movimiento popular, no particular y no
partidista, un actuar revolucionario y no un implorar, estéril e inútil a las
autoridades (EVC-PACD pág. 30)