martes, 6 de abril de 2021

 

SUPERPOBLACIÓN O CRISIS NATALICIA

Reflexiones a partir del libro Erótica Creadora de vida de Félix Rodrigo Mora

 

En un mundo superpoblado, en el que la naturaleza a su vez está sobreexplotada, señalar que se está creando un grave problema como consecuencia de los bajos índices de natalidad a los que se está llegando en casi todo el orbe y de manera especial en Europa, resulta, cuando menos, una afirmación extraña, difícil de entender.

Por el contrario, los medios de comunicación, siguiendo directrices de quienes los poseen, alardean de dicho control sobre la natalidad, ya que, como exponen en sus páginas, su caída resulta una bendición para la raza humana y también para conservación de la naturaleza. Las políticas de las oligarquías mandantes en el mundo en que vivimos, han implantado de manera sórdida políticas de reducción drástica de la natalidad faltas de ética, muchas de ella secretas, en aquellas partes del mundo que ha convenido a sus intereses.  De hecho, el actual sistema de organización social y laboral denominado de manera genérica “estato-capitalismo” (1), en el que vivimos, hace imposible que se pueda procrear sin entrar en conflicto con el propio sistema.

Con ello no queremos dar a entender que no sea inteligente el control de la natalidad en sí mismo, sino la manera de llevarlo a cabo desde perspectivas básicamente inhumanas, en la que prevalecen motivaciones ajenas a la verdadera convivencia amorosa entre seres humanos, tales como la búsqueda prioritaria y a veces exclusiva del mayor rendimiento del capital. O lo que es lo mismo, la más rastrera explotación humana por parte de quienes fabrican el dinero en moneda circulante y detentan el capital.

El mantenimiento de una economía estato-capitalista en la que la fabricación, posesión y utilización del capital, instrumento por otro lado imprescindible y necesario para el intercambio de bienes y servicios entre los seres humanos, está en manos de monopolios privados, no es precisamente la más idónea para un correcto desenlace de relaciones amorosas entre seres vivos, diversos e iguales al mismo tiempo, siguiendo criterios naturales.   

De hecho, tanto la producción como el intercambio de bienes podrían seguir criterios políticos y organizativos en los que los beneficios del capital se repartieran con eficacia siguiendo planteamientos racionales de igualdad. Esto es lo que se predica, como no puede ser de otra manera, pero no se ejecuta en el sistema económico en el que desgraciadamente estamos inmersos.  Por ello, para unos estamos irremediablemente abocados al final de la “moderna” civilización en la que vivimos, y para otros, esperemos que se equivoquen, al final de la especie humana como consecuencia de haberse orientado hacia formas antinaturales en su modo de entender la supervivencia.

Lo característico del actual sistema económico y político es la falta de la necesaria convivencia en equilibrio e igualdad entre sus miembros. Igualdad compatible con la diversidad, pero no con la sumisión de unos seres humanos por aquellos otros que detentan el poder y ejercen la dominación. En la práctica, psicópatas que han necesitado y necesitan sacrificar formas de vida mucho más convivenciales que han existido y siguen existiendo en el presente, por desgracia, de forma residual, cuya estructura social y desarrollo personal son radicalmente diferentes de la actual dinámica de la sociedad capitalista de la dominación.

Lo cierto es que, a pesar de las enormes posibilidades tecnológicas con las que cuenta la humanidad en la actualidad, en forma de sofisticados laboratorios, obedientes sistemas sanitarios, y clínicas para la “mejora” de la fertilidad y la maternidad, la falta en el sistema de la necesaria concurrencia del amor en las relaciones humanas, las convierte en un componente más de la presente decadencia de la raza humana, en general. 

Hace tiempo que las ricas y poderosas oligarquías mundiales que planificaron, y ejecutan aquellas medidas que consideraron acordes con sus intereses de dominación, están a su vez asustadas, pues el actual desplome de la natalidad, y el que se producirá inevitablemente de forma dramática en los próximos lustros, les obliga a revisar  constantemente sus previsiones e intentar rediseñar nuevos planes para no perder el control que no siempre atisban a ver para poseer, con claridad.  Nuevas correlaciones de fuerza están configurando el mapa industrial y político en cada uno de los cinco continentes, de manera que poco o nada tendrá que ver con lo que ahora conocemos.

Por tanto, no nos queda otro remedio si no queremos seguir perdiendo cotas de libertad que elaborar nuestros propios análisis desde parámetros ajenos a los que han trazado y trazan en la actualidad las oligarquías mandantes desde sus organizaciones internacionales y sus gobiernos estatales.    

Las concentraciones en megaciudades y sus consiguientes colapsos natalicios no son algo nuevo en la historia de la humanidad. De hecho, responden a una dinámica propia en el nacimiento, desarrollo y muerte de los numerosos imperios habidos a lo largo de la historia. De manera especial, a su forma de entender la propiedad privada y a veces colectiva, sobre los bienes de la naturaleza, por la fuerza, mediante ejércitos mercenarios y sus correspondientes justificaciones legales.

El hecho de que en la actualidad el fenómeno del imperialismo se haya hecho universal, y haya cambiado su nombre por el de “estato-capitalismo”, no debe impedir darnos cuenta que estamos ante el final de un ciclo y el nacimiento de otro. Evidentemente cada momento histórico tiene su dinámica. La actual responde a un tiempo a patrones clásicos y modernos, dado el impresionante desarrollo de la tecnología que ha tenido lugar en estos últimos siglos.

Sin embargo, las novedades habidas en la forma de construir ciudades, gestionar la política y enfrentarse los Estados entre sí, no garantizan un final diferente al del resto de los imperios habidos a lo largo de la historia: su autodestrucción.  A su vez, su sustitución por otro u otros con cariz semejante se dará si la escala de valores sobre la que se construya la nueva convivencia no cambia radicalmente respondiendo a designios realmente humanos, por tanto, acordes con la naturaleza.

Basta conocer los datos que ofrece Félix Rodrigo Mora ( FRM)  sobre la despoblación acaecida durante la caída de algunos de los últimos imperios, por ejemplo, el romano, para dar credibilidad a la afirmación sobre el colapso natalista que se avecina en todo el globo terráqueo.  Recordemos que sólo la ciudad de Roma pasó de tener 800.000 habitantes en el siglo IV a apenas a 30.000 en el siglo VIII. Sin esta caída dramática de la natalidad en las ciudades romanas, aparte de la huida de sus habitantes hacia los lindes o las fronteras del imperio en busca de libertad y autogestión en sus vidas, no entenderíamos su desaparición y sustitución, del en otro tiempo poderosísimo imperio romano, por otros imperios, dentro de lo que fue su territorio, de la mano de reyezuelos y caudillos y que habían recibido el genérico calificativo de “bárbaros”.

También sabemos que además de las sociedades militarizadas, surgidas o establecidas en el interior del antiguo imperio romano que intentaban reproducir esquemas políticos y sistemas legales semejantes a los de los romanos, como por ejemplo los visigodos, hubo numerosos intentos en toda Europa por crear formas de vida diferentes, con relaciones sociales más equilibradas y respetuosas con la persona humana, realmente democráticas, a su vez igualitarias y diversas, es decir, amorosas.

Efectivamente, lo que el concepto de democracia encierra, antes de ser modificado por una neo-lengua al servicio del poder, es el de un crecimiento armónico del pueblo, lo que sólo es posible con la elección directa de sus gestores y representantes encargados a su vez de llevar la palabra, lo acordado en las asambleas de base, a instancias mayores:  aldeas, municipios u otras organizaciones territoriales más amplias. Nunca un “cheque en blanco” que posibilite, como ocurre en la actualidad, un quehacer diferente y contrario a la autogestión del pueblo.  

Estas vivencias de carácter social realmente humanas, como también existen en la actualidad, han sido y son poco documentadas.  Por el contrario, las estructuras jerárquicas de carácter imperial han acabado por dominar, en el pasado y en el presente el panorama político europeo y mundial, debido a su “eficaz” empleo de la escritura a la hora de documentar y dar por válidas todo tipo de aberraciones de carácter social, político y militar y sus nefastas consecuencias contra la sana convivencia entre seres humanos.

Pero aquellas comunidades de vida igualitarias surgidas, con gran esfuerzo, a partir de la nefasta experiencia de esclavitud y crueldad, especialmente del periodo de decadencia del imperio romano, tuvieron a su vez que resistir a Imperios nacientes y convivir con ellos durante varios siglos.  A los nuevos reyes o jefes militares, no les fue fácil destruirlas debido su organización y capacidad defensiva.  De hecho, estos tipos de enfrentamientos han sido documentados hasta mediados del siglo pasado en diferentes lugares de Europa, aunque no haya interesado convertirlos en noticia, como ocurre con los que se producen en la actualidad en varios continentes.

Experiencias de vida social en democracia e igualdad,  con sus correspondientes escalas de valores, siguen siendo un componente importante de nuestra herencia cultural europea y por ello atacadas constantemente.

De hecho, aquellas sociedades humanas de inspiración igualitaria, creadoras de regímenes comunales, que convivieron durante siglos con la iniciativa privada dentro de unos límites, sufrieron ataques constantes por parte de los Estados nacientes a partir de los siglos XIII y XIV hasta nuestros días, como bien explica FRM en su libro “Investigación sobre la II República española, 1931-1936 “(2). 

Es sobre la base de un intento de sobrevivir frente al Estado, siguiendo a este autor, como hay que interpretar y comprender la última contienda militar, el sangriento enfrentamiento habido en la península ibérica entre un pueblo, todavía fiel a sus formas de vida horizontales e igualitarias, y las oligarquías civiles y militares que conformaban y conforman el Estado, y nada tienen que ver con el pueblo.

Podemos por tanto afirmar que la catástrofe natalicia que se avecina, hecho constatable en la actualidad y que lo será de forma dramática en un futuro más o menos próximo, es una consecuencia más de la desigualdad propia de una sociedad cuya escala de valores gira en torno al poder del dinero, consecuentemente económico y militar, en lugar del intento por mejorar las relaciones amorosas entre los seres humanos.

El presente estado de cosas es inequívocamente el de un Imperio en decadencia, si bien como ya hemos comentado, de alcance global.  Lo que nos lleva a pensar que, de no abrirse un periodo revolucionario global, su sustitución por otro igualmente destructor, es lo previsible.  

Por el contrario, puesto que el ser humano es por naturaleza un ser tendente a la libertad, la actual crisis puede dar paso a sociedades convivenciales, regidas por escalas de valores diferentes, en las que el amor a la infancia constituya uno de sus ejes fundamentales. Como señala FRM el sentimiento amoroso hacia los neo-natos fundamenta otros tipos de relación amorosa que puedan darse con posterioridad entre adultos. (3)

Son muchos los autores que hablan de decadencia biológica, y no sólo cultural, de los individuos, hombres y mujeres, en la fase terminal de la caída de un Imperio. Con ello no se afirma otra cosa que no sea la inexorable unidad entre lo psíquico, lo social, y lo biológico. Cuando se nace, se crece y se muere, en sociedades “rebaño”, profundamente domesticadas, la dominación tiene su límite en el límite de lo humano.  

Las comunidades de vida y gobierno autónomo, libres, que algunos escritores hacen sinónimo de pueblo o pueblos, fueron capaces de compartir territorios (aprovechamiento de bosques, caza, saltos de agua, pastos, manantiales y ríos, etc.) así como de organizar estructuras de defensa autónomas y comunes a todos. Lo más inteligente fue, y sigue siendo en la actualidad, la cooperación. Para ello es condición necesaria que desaparezca por completo la carrera de armamentos. Las milicias son las primeras obligadas a participar de un mismo y necesario equilibrio de fuerzas.

La irracional y devastadora carrera de armamentos que existe en la actualidad es muestra inequívoca del caótico final que espera a una organización social basada en Estados, sociedades excluyentes en la manera de entender la defensa. Sociedades incapaces de compartir territorios y por tanto inevitablemente abocadas a la guerra, en contra de lo que se afirma.

Por el contrario, gobiernos autónomos, asamblearios, populares y libres conllevan formas de defensa radicalmente diferentes, que tienen en cuenta la globalidad de la sociedad en la que se convive. Es por ello que los Estados “armados hasta los dientes”, no pueden permitir su existencia y crecimiento. Temen cualquier “fuerza” superior a la que ellos consiguen con la utilización de las armas.  Pero esta manera de proceder aboca a un círculo vicioso. 193 sociedades actuales organizadas en Estados tiene como destino la guerra ya que están conformadas sobre la contradicción de tener que defender territorios que de manera evidente pertenecen a todos los seres humanos. 

¿Hasta cuándo? 

Una sociedad igualitaria, y por tanto democrática, es aquella que no excluye el componente amoroso en su estructura y convivencia; por tanto, éste forma parte de su escala de valores. No es compatible con la acumulación de poder, armas y dinero, que impide una racional utilización del territorio.

Una sociedad organizada en Imperios, en Estados, no es ni será nunca democrática a pesar de que así se autocalifiquen. La palabra democracia figura profusamente en las denominaciones de las más abyectas dictaduras, aunque digan poseer estructuras parlamentarias.

 

Rafael Rodrigo Navarro,  2021

 

        (1)  Para la comprensión de este concepto: La Democracia y el triunfo del Estado de Félix Rodrigo Mora. Edit. Manuscritos 2010

 (2)  Investigación sobre la II República española, 1931-1936  de Félix Rodrigo Mora. Potlach Ediciciones 2016 

       (3)  Erótica Creadora de Vida. Propuestas ante la crisis demográfica de Felix Rodrigo Mora. Potlatch  Ediiones 2019

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