Hoy es el viento. Ayer la lluvia. Anteayer la calma de los primeros copos. Mañana los
barómetros anuncian la llegada del sol
por algunos días.

Pero la vida es algo más
que tiempo que transcurre. Es pensamiento que te acompaña en los largos paseos por el bosque de encinas
y pinos. ES temor de herir. Es indignación de ver que no te tienen en cuenta. Es arrebato al
descubrir tu existencia. Es compañía. Es
soledad y silencio.
Es la existencia humana
un soplo del universo. Importante para
quien vive durante un tiempo sobre el
planeta, ignorancia total para quien vivirá dentro de unos siglos. Olvido
incluso para quienes habiéndote
acompañado en esta breve existencia
tomaron otro camino o quedaron
atrás en el tuyo.
Es la existencia humana un haz de emociones que nos sorprenden, un torbellino de
impulsos que hay que desentrañar pues nos vienen dados. Es una lucha constante de nuestro cuerpo por
la existencia y de nuestra alma por la cordura.
Es el deseo de vivir en paz, sentir la bondad ajena, llegar a amar. Todo
esto y poco más es la verdadera
existencia humana.
Pero observo que construimos otras realidades menos humanas y llegamos a
creer ciegamente en ellas, refugios materiales y psíquicos en los que vivir una
vida ajena. Y si se resquebraja
nuestra balsa salvadora buscamos el discurso que nos permita permanecer en la creencia, en la errónea ideología
con la que justificar nuestra guerra con lo que nos rodea . O recurrimos a la
droga que nos proporcione el placer que
nos roba nuestra enajenación mental.
Y me pregunto cuál es la causa de tanta infelicidad. Y me respondo que no
puede ser otra que el haber tomado en la vida un camino errado.
Y reflexiono y reconozco que sí,
que huir de la muerte no da más vida, que a la muerte se va con
serenidad y valentía porque la muerte es parte de nuestra vida a la que no hay
que amputar sus miembros si queremos
seguir adelante. Y recuerdo el transcurrir del tiempo del que tanto se
habla en el bar de la aldea.
Y en segundo lugar veo y reconozco que por
el camino errado, ese que no contempla
la muerte, se llega a la apropiación
absurda de algunos bienes, incluso el más sagrado de todos: la tierra.
En esto, soy como aquellos seres humanos
que consideran un sacrilegio comprar y
vender a quien te da la vida, la madre tierra, y a quienes,
puesto que no la quieren vender, se les arrebata. .
Por eso concluyo que ellos y
nosotros, los que sí poseemos un trozo de tierra o nos devanamos los
sesos con quimeras, todos, caminamos errantes,
destruyendo cuerpo, alma y planeta a
nuestro paso.
Por eso te sugiero que mires hacia donde se esconde el sol y
medites, porque el día con su luz y el
sol con cuyo permiso vivimos en esta
tierra tienen su ocaso.
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