sábado, 1 de abril de 2017

POSTVERDAD Y NEOLENGUA

UN ARTÍCULO DE RAFAEL RODRIGO NAVARRO 

Como  explicó  George  Orwell   (1903-1950) el lenguaje, una de las facultades humanas más básicas, puede ser convertido   en un instrumento de poder y de dominación de primer orden.
En un artículo aparecido en el diario  El País  del  día 17 de noviembre de 2016 titulado Posverdad, la palabra del año,   y  firmado por Rubén Amón, aparece  cómo, puesto  que los medios de comunicación ya están al servicio del  poder, éste  trata de  manipular  los contenidos del  lenguaje.   Confundir la mente del ser humano de manera  constante  parece  ser  la condición sine qua non para permanecer en poder , pues así se  socaba toda resistencia  de quien ocupa el plano de la subordinación.

En él  leíamos  que cada año el  Oxford Dictionary  acuña  una palabra nueva que  en principio  debería servir para mejorar nuestra comprensión de la realidad y la convivencialidad humana. Pero surgen algunas preguntas que es necesario  contestar: ¿Es esto  realmente así?, ¿Cuál es la relación existente entre las  autoridades académicas de la lengua, en este caso inglesa, y el  poder político?
Si empezamos por la segunda pregunta, tenemos, para responder, tres posibles escenarios.

Primero,  que, ante la acuñación de un nuevo vocablo ,  desde instancias de poder  se  trate   de darle un  significado nuevo,  diferente , concreto,  distinto al que ha tenido hasta ese momento,  que es el  criterio que sigue la Academia de la Lengua  en general para recogerlo en su diccionario.  Se trata evidentemente de un significado  que  aproveche a sus fines  de dominación y que  con la ayuda de  su  todopoderosa  fuerza mediática,  se generalice lo más posible  de manera que anule  otros posibles significados que les sean contrarios.

En segundo lugar,  que la Academia  reconozca  un vocablo, puede ser un neologismo,  cuyo significado ya  ha sido atribuido desde el poder  con el objetivo de influir sobre la conducta humana.  En este caso, la Academia, consciente o inconscientemente,  sirve a  sus  designios  y   dota a éste de un concepto  más,  idóneo  para ser utilizado por la propaganda, el adoctrinamiento  y para la manipulación mental.

La  tercera  respuesta  consiste en reconocer que  la propia  Academia de la Lengua  se pueda prestar  al juego  del poder  y se  haya  convertido en uno instrumento más de los muchos que éste dispone. En este  caso,  como describe  Goerges Orwel  en su obra más conocida  “1984”,  el lenguaje  puede ser  manipulado,  en profundidad,  de tal manera  que la libertad del ser humano parece casi irremediablemente perdida.

Deseo pensar que  este último escenario de dominación todavía no se ha dado  en su totalidad, si bien no es fácil saber hasta qué  punto está afectada la humanidad  en su conjunto; pero  sí sabemos  que  de producirse, estaríamos  frente a  un tipo de totalitarismo, fascismo,  de nuevo cuño ante el que no sabemos siquiera cómo   reaccionar, a pesar de  las  espeluznantes  experiencias  vividas   en  el  pasado  remoto  y   recientemente,  que nos deben hacer reflexionar.

La razón fundamental por la que creo que  todavía no se ha dado  esta  situación con carácter global  es  la existencia , junto  a  una paralela degradación constante de los seres humanos,  de sujetos autónomos    capaces de  resistir, por el momento.  Al fin y al cabo,  el poder   y  su  forma  jerárquica y militarizada,  por mucho que en su intento de dominación trate de abarcar a toda la humanidad, no es sino una forma concreta,  y sólo una,  de  las  muchas posibles, que pueden conformar al  sujeto colectivo.

En cualquier caso,  las palabras han ido  variando  sus significados a lo largo de la historia  a causa de los intereses  e  influencia de las élites gobernantes   y  por ello es necesario  volver en muchos  casos a sus  significados prístinos, originales.  Resulta trágico constatar cómo han  desaparecido, casi sin dejar rastro, descripciones  de  vivencias del pasado mucho  más acordes con lo humano  que la mayoría de las  que  están teniendo lugar en el presente.

Lo primero que hay que hacer notar, es que  existe un designio, no sólo un enfoque práctico,  de   que el inglés sea  la  lengua  universal por excelencia. El hecho de que se intente hacer circular un vocablo inglés desde las instancias influyentes  y  programas de máxima audiencia como son  los acontecimientos deportivos,  musicales, etc.,  y de manera especial  los telediarios,  precisamente las que más deberían  defender y cuidar  la lengua propia,  nos lleva a pensar que  el verdadero objetivo no es el  deseo  práctico de  contar con una lengua universal  para  la comunicación y el comercio sino que la intención va más allá ( no son las oligarquías mandantes precisamente  “un hermano bondadoso”  que pretenda  nuestro bien  , sino  más bien  “ un gran hermano”  que  trata de controlar a la sociedad  en  su  provecho ).   No ha de sorprendernos, por tanto, que  la lengua de comunicación obligada  de  las Juntas del Alto Estado Mayor  de  casi todos los países del mundo  sea  el inglés.

Estamos ante algo fundamental  para el mando unificado  y  el control  de la subjetividad humana.
Un   ejemplo, de libro,  sobre  la utilización del  inglés  como instrumento de una ideología para la dominación  ( existen numerosos ejemplos del  pasado  de cambios  de  significados  en el griego o  el latín  cuando  el   judaísmo  y el   al cristianismo devinieron religiones de estado ) es  en la actualidad  la manipulación del concepto de “género” ( “gender”  en inglés)  que está llenando de  confusión,  miseria y dolor  a la sociedad humana en lo que atañe a la violencia  familiar y otros,  ante lo  que han protestado tímidamente  algunos  miembros de la  Real Academia Española de la Lengua.   Hay que tener en cuenta que ni siquiera en inglés, no digamos ya en castellano, este vocablo  tiene el significado que se  ha generalizado  por medio de  campañas  conscientemente diseñadas.  Basta, para advertirlo, con  tener en cuenta  las acciones   “ sugeridas”  desde instancias internacionales  y convertidas en protocolos  servilmente  ejecutados   que obligan a dar noticias de género  diarias  en los programas de máxima audiencia  como son los telediarios y dedicar al tema  cientos de horas mensuales en emisiones  preparada s con dicho objetivo. Es evidente que si obligaran a hacer lo propio  en lo que respecta a cualquier otro aspecto de la realidad, la percepción que tendríamos de esa realidad  sería  errónea, que es precisamente lo que  está ocurriendo  con  los enfoques  sobre  la violencia  hacia la mujer, la homosexualidad, el racismo, etc.
  
Pero lo más grave consiste en proporcionar a  espectadores y  oyentes  esta clase de información sin haber aclarado qué significa el concepto en cuestión (en este caso  “gender”).  ¿Cómo se puede  afirmar  que  “ género” , en contra de la coherencia más fundamental exigida al lenguaje,  es  una acción unilateral,  sólo posible  desde el  sexo masculino sobre el femenino ¿ Tan poco valor le damos a la lógica? 

Es evidente que en  este juego entre  significantes  y significados,  es  más eficaz ,a la hora de manipular las mentes, recurrir a otras lenguas  de las  que el  receptor desconoce los significados atribuidos a las  palabras  y  a los que se les puede  hacer significar  cualquier  arbitrariedad.   Si  consultamos  el diccionario de la  Real Academia Española de la Lengua observaremos que  los distintos  significados de la palabra  género tienen siempre un carácter global, nunca particular cómo lo  es  afirmar  que “ sólo los hombres pueden cometer violencia de género” . Estamos pues ante una violencia  clara y  evidente ejercida sobre el sentido común desde  el poder. 

Y tras estas breves reflexiones, centrémonos ahora  en el  vocablo postverdad   que  desde hace un tiempo  empieza a ser  ampliamente  utilizado  en los medios de comunicación.  Dice el autor del artículo antes  citado que se trata de : “ un híbrido bastante ambiguo cuyo significado  denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.

La  palabra  “ posverdad”  no está recogida todavía en el Diccionario de la  RAE,  y   viene a significar una descripción o formulación de las relaciones humanas en la que las emociones tienen un carácter preponderante ( algo que es evidente  y  sabemos desde siempre,  que, por otro lado,  no tendría mayor importancia si no se deseara manipular ) . Sin embargo  en su utilización en los medios, como cuando se califica  la  actuación de Donald Trump  de “posverdad” , se está confundiendo (¿ inadvertida o conscientemente?) a  las emociones con las creencias personales.
Esta confusión  nos incapacita para entender lo que  está pasando   y   nos hace  perder el tiempo en  discusiones bizantinas e  interpretaciones espurias que desvían nuestra atención de lo realmente importante.  Lo afectivo y lo sentimental  son  elementos esenciales  en  la convivencia y en la sociabilidad, por eso tienden a ser ninguneados o manipulados concienzudamente, desde el poder.  Con la manipulación del  significado que se está dando al neologismo “posverdad”,  se trata de desviar  la atención del conflicto interno existente  en este momento  entre  las  oligarquías mandantes a causa de  estrategias de dominación divergentes, lo que evidentemente conlleva consecuencias a las que no desean  que tengamos acceso. 

En el uso de este vocablo  se   insiste en  la prevalencia de lo “ objetivo”  frente a lo “ subjetivo”  descalificando , si es necesario,  lo emocional,  algo  que  ya hizo  la ilustración y que tuvo su reacción más visceral en  el romanticismo.  Evidentemente para quien así razona,  la “objetividad “la  posee  siempre quien detenta la fuerza , por ello  durante el siglo XVIII  se tuvo la desfachatez de decir que lo correcto es  “gobernar en nombre del pueblo pero sin el pueblo”.

La  realidad es que lo racional es  tan manipulable o más que lo emocional. Se trata pues de falsas apelaciones  a  una u otra facultad humana tratando de ganarse a la masa de posibles seguidores,  descalificando a la  ideología de aquella  oligarquía que se  considera “díscola” o enfrentada.  Se  pretende descalificar  el discurso opuesto, en este caso de Trump  e ideologías afines,  creando y desprestigiando al mismo tiempo la  palabra  “posverdad “  ( significante), como si los componentes emocionales, de la  creencia y la  superstición  se pudieran separar  de la verdad  concreta y  necesariamente parcial humana,   para a continuación  afirmar que  se equivoca  quien se deja llevar tales emociones. Se define lo puro, una entelequia, para proyectar y atribuir al oponente   la impureza de su ser y de su actuar.  Con otras palabras,  se le acusa  de  superstición  mediante una utilización mágica  de  la palabra. 

Dice Rubén Amón :  “La definición ( de posverdad)  es una manera de describir el contratiempo y  hasta la conmoción que han supuesto el Brexit o la victoria de Donald Trump. Dos “posverdades”  en la medida en que una y otra noticia han sobrepasado cualquier expectativa ortodoxa o racional”.
No  es nuestro propósito  analizar lo  acertado o no  del  artículo que  nos ocupa ( el periodista parece ser consciente del intento de manipulación de  este nuevo concepto  recogido recientemente por el diccionario en los países de habla inglesa),  sino  tratar de comprender el alcance  de la manipulación del lenguaje.  De hecho el autor del artículo añade  que  el vocablo “posverdad”  adquiere , con una definición que trata de situarse entre  la verdad revelada y la verdad sentida, tintes orwelianos:”  La verdad, por tanto, puede ser una mentira asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad”.

Y continúa :  “Fue Eric Alterman, quien revistió la idea (posverdad)  de un valor político, tomando como ejemplo la manipulación que habría ejercido la Administración Bush a raíz del trauma del 11-S, precisamente porque una sociedad en situación de psicosis iba a resultar mucho más sensible y fértil a la inoculación de “posverdades”. Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas militares, empezando por la “posverdad”  de las armas de destrucción masiva”.  Y añade: “ La diferencia, ahora, consiste   en que el Diccionario de Oxford no sitúa la “posverdad “ como un arma a disposición de la clase política dominante, sino como un poderosísimo y descontrolado recurso de los súbditos. Trump y el Brexit serían expresiones inequívocas de rebelión al sentido común”.

En un artículo aparecido en periódico digital El diario.es,  titulado “Por qué lo llaman "posverdad" cuando quieren decir "mentira"  , el periodista Javier Gallego dice : “"Posverdad" es la nueva palabra de moda para definir la propaganda y la manipulación populistas. Pero el término cae en lo que denuncia. Oculta la realidad tanto como quienes la pervierten. Lo contrario de la verdad no es la “posverdad”, es la mentira”.

Estamos pues ante  una realidad recurrente : la sutileza  en  la manipulación del lenguaje con fines  partidistas,  en una sociedad dividida  por  bandos oligárquicos enfrentados entre sí,  en la práctica  una paz armada  o  una guerra declarada según los casos,  que no hace sino enfrentar al resto de los seres humanos.    

Sin embargo,   lo  significativo  es  considerar que las personas  nos  regimos  indistintamente  por la razón y  por las emociones,  tanto  cuando asumimos  roles de  poder y dominación como cuando lo hacemos como subordinados.  

Esto a su vez indica que   todo está -como diría Heráclito-  en cambio permanente. En cualquier momento  puede desbaratarse un plan preconcebido de manera engañosa,  como  es el caso  de  la sociedad actual, diseñada   por una oligarquía mandante, extremadamente jerárquica aunque trate de disimularlo, lo que nos recuerda la manera de proceder de las sociedades del crimen  la extorsión, es decir  de la “ mafia”.

 Sólo mediante una utilización correcta de lenguaje, con el objetivo de transmitir la verdad  y los sentimientos  positivos que nos unen a otras personas, en un marco convivencial nuevo,  puede el ser humano actual dejar de ser lo que es,  un  ser  que oscila entre  ser  dominador o dominado, según sea  su capacidad o su  incapacidad  para adaptarse de una u otra manera,  a una  sociedad  jerarquizada,  desigual, injusta y  violenta. 

Un ser  que puede llegar a ser igualmente  mezquino,  pertenezca a la élite mandante  o a la masa subordinada  de  personas carentes de reflexión y  sin conciencia, que aman  en lo esencial  sus cadenas.

Sólo en el marco de una cooperación verdadera la que incluye  compartir, no para   acumular dinero  y  poder  con el que medrar en la jerarquía social ( que es a lo que se llama cooperación y colaboración en la sociedad capitalista)  sino  para  hacer  posible  una  revolución  integral de la persona y la sociedad en la horizontalidad, puede el ser humano trascender la dicotomía en la que se ve preso  por la  modernidad en esencia jerárquica  que sólo le permite dominar y  ser dominado.  

Rafael Rodrigo Navarro 

No hay comentarios:

Publicar un comentario