jueves, 13 de septiembre de 2018

¿Quo vadis Europa?  (*)

Un artículo de Javier Alvarez Deca 

http://www.cronicas.org

Casi con toda seguridad, el principal problema de Europa es la demografía. Varias décadas de cultura del aborto -con efectos demográficos equivalentes a la mortalidad infantil europea del siglo XVIII-, de postergación de la maternidad en aras de la competitividad, y de debilitamiento -políticamente inducido- de ese funesto invento del patriarcado llamado familia, tradicionalmente encargado de preservar un flujo demográfico razonable, han inhibido el crecimiento vegetativo europeo hasta niveles inferiores al umbral de sustitución. Dada la necesidad de una población joven que tome el relevo laboral en un continente en rápido proceso de envejecimiento y la ubicación geográfica de las principales fuentes de inmigración (es decir, los inmensamente fecundos países del norte de Africa y del cinturón subsahariano, por el sur, y Turquía, por el este), algunas estimaciones prevén que, para 2040, la mayoría de la población activa europea será islámica. Adiós, cristiana, vieja y feminista Europa... 
Sin duda, en nuestra época confluyen los factores de hedonismo (consumismo), relativismo (un principio para cada situación) y falta de fe en los propios valores que precipitaron el fin de viejas civilizaciones y que tal vez bastarían para poner en peligro la nuestra. Pero la levadura del proceso degenerativo que padece Europa hay que buscarla en la proscripción de los valores considerados "patriarcales", en el sofocamiento de lo específicamente masculino, en la feminización excluyente de la sociedad. En esta imparable carrera hacia el abismo, el mascarón de proa es, sin duda, la España de la paridad ministerial. Aquí, la política, o es de género, o no es nada. El eterno farolillo rojo de Europa ha tomado la delantera en la cuesta abajo. Además de tener la tasa de natalidad más baja y las clínicas abortistas mejor reputadas de Europa, poseemos la legislación más disuasoria de todo lo que suene a familia o reproducción. Y vamos a más: más políticas de competitividad -aunque sea de cuota- sin su contrapartida de políticas familiares, más abortos y más abusos en el trato judicial de las rupturas de pareja. Nuestra reciente pulsión suicida tiene un poderoso aliado en la ideología de género, cuyo legado más negativo a largo plazo será su contribución a ese cambio irreversible del marco de convivencia europeo.
A la ideología de género no le gusta la familia tradicional (un padre, una madre, unos hijos) y, sobre todo, no le gusta la figura del padre, es decir, del maltratador potencial. Para la ideología de género, que ha trivializado el aborto, la mujer ideal es una mujer competitiva, tan hombre como el que más; y la maternidad ideal, la que se inicia con el penúltimo óvulo del ciclo reproductivo o, por milagro de la ciencia, se aplaza hasta la edad de la jubilación. El marido ideal es un mal menor que comparte las tareas del hogar y la crianza de los hijos, pero de condición prescindible e incluso desechable. El divorcio ideal es el que pone todos los activos familiares en manos de la mujer y convierte al padre en visitante ocasional de sus hijos. Y, llegado el caso, el arma ideal contra maridos renuentes a irse de casa con lo puesto es la denuncia falsa, propiciada por las leyes de género y las jurisprudencias desvirtuadoras de la presunción de inocencia. El efecto combinado de tantas anomalías "ideales" es la incentivación del divorcio (instado en más del 70% de las ocasiones por la mujer) y la desincentivación de los compromisos familiares y reproductivos.
Necesariamente, una sociedad que se feminiza, que proscribe lo masculino, que reniega de la mitad de sus valores, es una sociedad que se empobrece, se esteriliza y se debilita. En nombre de la igualdad, seguimos construyendo un marco político y legal basado en la discriminación y arrinconando los valores en que se asentaba nuestra vitalidad. La familia  tradicional es una ordinariez; si es numerosa, una aberración. Lo  exquisito y refinado es la familia monoparental y monofilial. Si no se ha llegado a ese nivel de perfección y se ha incurrido en vulgaridades como el matrimonio y el divorcio, lo elegante es triturar al padre, a ser posible por la vía rápida y añadiendo ese detalle de buen gusto de la falsa denuncia, retirada después prudentemente para no matar la gallina de los huevos de oro. La ley lo fomenta, la justicia lo ampara, la sociedad lo aplaude.  "La familia es el pilar central de la sociedad", decían nuestros abuelos. A los hijos del 68, la afirmación nos causaba hilaridad; y a muchos de ellos sigue pareciéndoles cómica. Como siempre ha ocurrido con las civilizaciones que reniegan de sus principios consustanciales, el final de la historia lo escribirán otros.
(*)  El presente escrito  fue publicado por el autor en 2006 en una de  una página  web titulada CRÓNICAS DEL ABSURDISTÁN . En esta página  y  en esta otra  ES CORRECTO ES  del mismo autor,  se   citan más de 500  estudios científicos perfectamente documentados que echan por tierra la Teoría de Género y dejan al descubierto su instrumentalización por parte de las élites po mandantes en un intento cuasi desesperado de permanecer en el poder y  mantener su dominación sobre pueblos y personas en el ámbito global, en  momentos de crisis y decadencia.

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